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edgar-cuentos

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—¡Hum! —dijo nuevamente el califa; pero Scheherazade no le prestó atención y siguió<br />

hablando con las palabras de Simbad:<br />

—«Más allá de esta isla llegamos a un país donde había una caverna que entraba treinta<br />

o cuarenta millas en las entrañas de la tierra y que contenía mayores, más grandes y<br />

magníficos palacios que los existentes en Damasco y Bagdad juntas. Del techo de estos<br />

palacios colgaban miríadas de gemas, semejantes a diamantes, pero más grandes que un<br />

hombre; entre las calles llenas de torres, pirámides y templos, corrían inmensos ríos negros<br />

como el ébano, pululantes de peces sin ojos 41 ».<br />

—¡Hum! —dijo el califa.<br />

—«Nadamos luego a una región del mar donde hallamos una elevadísima montaña, de<br />

cuyas laderas caían torrentes de metal fundido, algunos de ellos de doce millas de ancho y<br />

sesenta de largo 42 ; de un abismo en lo alto surgían cantidades tales de cenizas, que el sol<br />

había quedado completamente oculto en el cielo, y estaba más oscuro que en la más<br />

tenebrosa medianoche; aun a ciento cincuenta millas de aquella montaña era imposible ver<br />

el más blanco de los objetos, aunque lo pusiéramos contra los ojos» 43 .<br />

—¡Hum! —dijo el califa.<br />

—«Luego de alejarnos de esta costa, la bestia continuó su viaje hasta llegar a una tierra<br />

donde la naturaleza de las cosas parecía haberse invertido, pues vimos un gran lago en cuyo<br />

fondo, a más de cien pies bajo la superficie, florecía con toda su vegetación un bosque de<br />

altos y exuberantes árboles» 44 .<br />

—¡Hola! —dijo el califa.<br />

—«Cientos de millas más allá encontramos un clima donde la atmósfera era tan densa<br />

que sostenía el hierro o el acero, tal como el nuestro sostiene una pluma» 45 .<br />

—¡Azúcar! —dijo el califa.<br />

su vista es indescriptiblemente extraña y desolada. Una inmensidad de fragmentos de árboles, convertidos en<br />

piedra, tan duros que los cascos del caballo les arrancan un sonido como de acero, se extiende por millas y<br />

millas hacia todos lados, en forma de floresta arruinada y caída. La madera tiene una coloración muy oscura,<br />

pero conserva perfectamente su forma; los trozos miden de uno a quince pies de largo y de medio a tres pies<br />

de espesor, y están tan juntos que un asno puede abrirse apenas camino entre ellos; tan natural es su aspecto<br />

que, de hallarse en Escocia o Irlanda, se tendría la impresión de estar frente a un pantano desecado, en el cual<br />

los árboles exhumados se pudren al sol. En muchos casos las raíces y los brotes son perfectos, viéndose en<br />

algunos los agujeros causados por los gusanos en la corteza. Los más delicados canales de la savia y las partes<br />

más finas del centro de los troncos no presentan la menor alteración, como se comprueba examinándolos con<br />

las más poderosas lentes de aumento. El conjunto se ha petrificado a tal punto, que raya el cristal y admite un<br />

pulimento completo (Revista Asiática).<br />

41 La caverna del Mamut, en Kentucky.<br />

42 En Islandia, en l783.<br />

43 «Durante la erupción del Hecla, en 1766, las nubes de ceniza produjeron una oscuridad tan grande<br />

que, en Glaumba, situada a más de cincuenta leguas de la montaña, la gente sólo podía encontrar tanteando su<br />

camino. Durante la erupción del Vesubio en 1794, en Caserta, a cuatro leguas de distancia, sólo se podía andar<br />

a la luz de las antorchas. El 1 o . de mayo de 1812, una nube de cenizas y arenas, brotadas de un volcán en la isla<br />

de San Vicente, cubrió la totalidad de las Barbados, extendiendo sobre ellas una oscuridad tal que, a mediodía<br />

y al aire libre, no se percibían los árboles ni los objetos más cercanos; ni siquiera un pañuelo blanco colocado a<br />

seis pulgadas de los ojos» (Murray, pág. 215, Phil. edit.).<br />

44 «En 1790, durante un terremoto en Caracas, parte del suelo de granito se hundió, formando el lecho<br />

de un lago de ochocientas yardas de diámetro y de ochenta a cien pies de profundidad. Formaba parte del<br />

bosque de Aripao, que se hundió con él, y los árboles se mantuvieron verdes bajo el agua durante varios<br />

meses» (Murray, pág. 221).<br />

45 Bajo la acción del soplete el acero más duro se reduce a un polvo impalpable, que flota en la<br />

atmósfera.

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