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edgar-cuentos

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Pero nuestro hombre de negocios no tiene prisa en cerrar trato con ninguno de ellos; ningún<br />

hombre de negocios tiene prisa; y, sólo después de haber pasado un severo examen<br />

concerniente a sus inclinaciones piadosas, los jóvenes son finalmente aceptados y, al mismo<br />

tiempo, por vía de simple precaución, se los invita a hacer efectiva la fianza de cincuenta<br />

dólares, por la cual la respetable firma de Bogs, Hogs, Logs, Frogs y Compañía libra el<br />

correspondiente recibo. En la mañana del primero de cada mes la casera no presenta su<br />

cuenta, como había prometido hacerlo; negligencia por la cual el director de la casa con<br />

tantos ogs no habría dejado de reprenderla severamente, suponiendo que se hubiera<br />

quedado un día o dos más en la ciudad para tal propósito.<br />

Como es de suponer, la policía se ve abrumada de trabajo, corriendo inútilmente de un<br />

lado a otro, y todo lo que puede hacer es declarar enfáticamente que aquel hombre de<br />

negocios es n. e. i., letras que parecen corresponder a la muy clásica frase non es inventus.<br />

Y entretanto los jóvenes postulantes ven mermar sensiblemente sus inclinaciones piadosas,<br />

mientras la casera compra una excelente goma de borrar de un chelín, y con todo cuidado<br />

suprime la nota a lápiz que algún tonto había escrito en la gran biblia familiar,<br />

aprovechando los anchos márgenes de los Proverbios de Salomón.

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