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El escarabajo de oro<br />

The Gold Bug.<br />

Dollar Newspaper, 21-28 de junio de 1843 (40)<br />

Poe vendió este cuento por 52 dólares al editor Graham. Enterado luego de que el<br />

Dollar Newspaper ofrecía 100 dólares al vencedor de un concurso, lo permutó por unas<br />

reseñas y ganó el premio. Probablemente es hoy el cuento más popular de Poe, pues la<br />

enorme latitud de su interés abarca todas las edades y niveles mentales. Como en la novela<br />

de Stevenson, como en A High Wind in Jamaica, de Richard Hughes, el atractivo mundo de<br />

los bucaneros vuelve memorable cada una de sus líneas.<br />

Aparte de algunos detalles orográficos (no hay montañas en la zona de Charleston), Poe<br />

utilizó fielmente los recuerdos de su vida militar en Fort Moultrie. Hay una abundante<br />

bibliografía sobre este cuento, y no faltan quienes han reconstruido el misterioso<br />

escarabajo, suponiendo que Poe combinó tres especies conocidas para lograr su bug (véase<br />

Allen, Israfel, págs. 171 ss.)<br />

El personaje de Legrand fue igualmente trazado del natural y Poe le incorporó el genio<br />

analítico de Dupin. Pese a ello —según Krutch—, «su único esfuerzo por crear personajes<br />

realistas fue un fracaso abismal, y jamás logró Poe describir nada que se vinculara ni<br />

remotamente con la vida que lo rodeaba». Aparte de la exageración de este juicio, cabe<br />

preguntarse si verdaderamente Poe se proponía tal cosa; este relato no debe su belleza a los<br />

elementos realistas, sino al misterio que late, ambiguo y amenazador, en la primera parte, y<br />

a la brillante labor de raciocinio que llena la segunda.<br />

Los crímenes de la calle Morgue<br />

The Murders in the Rue Morgue.<br />

Graham’s Lady’s and Gentleman’s Magazine,<br />

diciembre de 1841 (28)<br />

En Estados Unidos se ha llamado a Poe el padre del cuento, the father of the shortstory,<br />

afirmación que tiene defensores e impugnadores igualmente encarnizados.<br />

Concretamente, nadie negará que inventó el cuento «detectivesco», lo que hoy llamamos<br />

cuento (o novela) policíaca. Parece ser que Conan Doyle se burló, por boca de Sherlock<br />

Holmes, de los métodos del chevalier Dupin; a ellos le debía, sin embargo, su técnica<br />

analítica, y hasta el truco de utilizar como representante indirecto del lector a un supuesto<br />

amigo o confidente, por lo general bastante bobo.<br />

Este memorable relato, que inicia la serie de los del chevalier Dupin, figura en casi<br />

todas las listas de los-diez-<strong>cuentos</strong>-que-uno-se-llevaría-a-la-isla-desierta. La combinación<br />

felicísima —salvo para paladares demasiado delicados— de folletín truculento y frío<br />

ensayo analítico es de las que atacan al lector con fuegos cruzados.<br />

Parece ser que Poe tomó el nombre «Dupin» de la heroína de un relato publicado en el<br />

Burton’s Gentleman’s Magazine, que se refería al famoso Vidocq, el ministro de policía<br />

francés. Las pesquisas de Vidocq debieron interesar a Poe, quien critica su método en el<br />

curso del relato (la historia se repite, como se ve) y lo aprovecha para explayar su propia<br />

teoría sobre los inconvenientes de ser demasiado profundo.

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