La sirena varada: Año 1, Anual
El especial del primer año de La sirena varada: Revista literaria
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Él o eso ha estado conmigo desde<br />
que tengo memoria, aún no puedo<br />
explicar por qué o cómo es esto<br />
posible. Si tuviera que responder a una<br />
de esas preguntas ahora mismo, diría<br />
que estamos unidos por alguna especie<br />
de mal chiste.<br />
Cuando se posee la mente de un niño<br />
nada necesita una respuesta compleja,<br />
basta con decirles «los trae la cigüeña»<br />
o «el mar es azul por el reflejo del cielo»,<br />
de igual manera yo no requería de entender<br />
su presencia.<br />
Es completamente negro, plano<br />
como el papel, de figura humanoide<br />
aunque en ocasiones ésta se distorsiona,<br />
carece de rostro y se hace llamar «El<br />
Señor S».<br />
A pesar de todo esto, de cierta manera<br />
se parece a mí.<br />
Era agradable al principio, me hacía<br />
sentir que no estaba solo, que no era<br />
tan extraño como los otros decían. Jugábamos<br />
con pelotas, figuras de acción,<br />
plastilina, a los exploradores, a los bomberos,<br />
y toda clase de diversiones que<br />
nuestra imaginación era capaz de crear.<br />
Él me escuchaba, cosa que mamá y<br />
papá nunca hicieron, estaban demasiado<br />
ocupados por ahí firmando contratos<br />
y quitándole dinero a algunos ingenuos.<br />
Traté varias ocasiones de que los demás<br />
lo conocieran, algunos respondían<br />
no ver a nadie junto a mí, y después de<br />
mirarme con escepticismo, me daban<br />
la espalda murmullando algo similar<br />
a «que chico tan raro», los otros fingían<br />
verlo y hablarle, incluso tendían<br />
su mano al aire como si lo saludasen.<br />
Creo que esto me molestaba más que<br />
pensaran que era mi amigo imaginario.<br />
Tenía ocho años cuando todo empezó<br />
a transmutar. Estábamos en la<br />
escuela, tenía mucha hambre y había<br />
olvidado mi dinero, caminábamos cerca<br />
de la cafetería cuando me dijo «entremos<br />
y robemos algo». Yo no quería<br />
hacerlo, sabía que eso estaba mal a<br />
pesar de tener una corta edad y que en<br />
casa no se me había enseñado a diferenciar<br />
entre el bien y el mal, se lo dije<br />
muchas veces hasta que se aburrió de<br />
escucharme y me arrastró por la fuerza,<br />
luego tomó un paquete de galletas y<br />
me llevó fuera de ahí. Corrimos a nuestro<br />
escondite, un pequeño baño fuera<br />
de servicio, donde traté de interrogarlo<br />
y reprocharlo. Se limitó a comerse las<br />
galletas mientras soltaba las carcajadas<br />
de una travesura.<br />
Esto fue solo el principio, con el pasar<br />
de los días sus actos empeoraron,<br />
burlarse de los otros niños, insultarlos,<br />
tomar sus pertenencias a base de amenazas.<br />
Recuerdo con especial temor el<br />
día en el que se acercó a una chica y le<br />
susurró algo al oído, momentos después<br />
comenzó a llorar y a gritar aterrada,<br />
no pude escuchar aquellas siniestras<br />
palabras que debió decirle, quizás<br />
sea mejor así.<br />
Observarlo sin poder hacer nada no<br />
fue lo peor, sino el tener que ser culpado<br />
por todo lo que hizo. Nadie creyó mi<br />
historia, tan sólo veían a un niño problemático<br />
que necesitaba con urgencia<br />
visitar un psiquiatra. Esto terminó por<br />
aislarme aún más de las personas, las<br />
llevó a despreciarme, a temerme.<br />
Y con el pasar de los años, sus «actos»<br />
se convirtieron en crímenes.<br />
Distintas escuelas tuvieron que verme<br />
crecer, pues poco tardaban en quererme<br />
fuera de cualquier lugar al que<br />
llegase. Después de que el señor S empujara<br />
a uno de mis compañeros por<br />
las escaleras nos vimos en la necesidad<br />
de mudarnos a otra ciudad.<br />
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