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La sirena varada: Año 1, Anual

El especial del primer año de La sirena varada: Revista literaria

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Pregunté a una mesera quién era: Magdalena,<br />

respondió ¡Hágame el favor!<br />

Vaya bromitas que hace el destino, mi<br />

marido me engañaba con una mujer<br />

que compartía nombre con la primera<br />

puta redimida por Jesús.<br />

»Samuel hablaba en voz baja y no<br />

pude escuchar mucho, la mujer lo observaba<br />

con lástima y le besaba las mejillas,<br />

no pasó mucho tiempo para que<br />

un par de hombres se acercaran e hicieran<br />

señas de que los siguiera. Mi marido<br />

avanzó lentamente, yo me acerqué lo<br />

más que puede hasta que entró en un<br />

cuartucho escondido entre las sombras.<br />

»<strong>La</strong> oficina de Eusebio Marín apestaba<br />

a tabaco y ron, no reproduciré<br />

toda la conversación para su buena<br />

suerte, Solano, sólo diré que Samuel<br />

había apostado hasta el alma y aquél<br />

bastardo pensaba cobrársela. Salí sin<br />

hacer ruido y fui a casa, donde esperé<br />

despierta los pasos usuales en la sala.<br />

»Los días hicieron que Samuel continuara<br />

consumiéndose, constantemente<br />

lo escuchaba hacer cuentas en voz baja,<br />

siempre negando con la cabeza, estaba<br />

tan mal que ni siquiera pasó por mi<br />

mente reclamarle por Magdalena. Una<br />

noche en que Samuel había llegado<br />

temprano, tomé una determinación: en<br />

las buenas y en las malas… Me presenté<br />

en el burdel y pedí hablar con Eusebio.<br />

—He vendido todo lo que tengo —<br />

dije—. Tengo la mitad del dinero que<br />

le debe mi marido. Perdónele la vida y<br />

acepte por favor.<br />

Eusebio me miró con malicia, tomó<br />

el dinero y después me empujó contra<br />

el escritorio.<br />

—Entenderá, Señora, que negocios<br />

son negocios. No puedo perdonar una<br />

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