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La sirena varada: Año 1, Anual

El especial del primer año de La sirena varada: Revista literaria

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Es la mañana más fría de mi existencia,<br />

el cielo se encuentra de un<br />

color gris, el más bello que había<br />

visto desde mi niñez, será que así siempre<br />

me acostumbré a verlo por las ventanas<br />

casi ensombrecidas de la vieja<br />

casona que era mi morada, justo después<br />

de que mi madre me alumbrara<br />

una noche gélida del mes de octubre<br />

de 1951; exactamente a las 11:30 pm.<br />

<strong>La</strong> angustia que pasé al sentir los<br />

brazos del invierno ya cercano en mi<br />

cuerpo sin ninguna protección, fue una<br />

de las cosas que quedaron grabadas en<br />

el pequeño ser que era yo. De mi progenitora<br />

no recuerdo nada, ella se quedó<br />

dormida para siempre, en la escueta<br />

sala de operaciones tras librarse de mí.<br />

Transcurrieron 12 años, los cuales pasé<br />

al lado de mi progenitor en esa misma casona<br />

a orillas del mar, en la ciudad de portuaria<br />

de Aberdeen al nordeste de Escocia.<br />

Según yo, trataba de hacerle la vida más<br />

alegre y placentera a mi padre, y poder<br />

hacerlo olvidar la gran tristeza que le perforaba<br />

cual puñal de largo filo en su corazón,<br />

haciéndole confundir los sentimientos<br />

hacía mí, tornándolos en un segundo<br />

como emotividades amorosas, cariñosas<br />

y comprensivas en odio y culpa los cuales<br />

me los adjudicaba cada día más, al grado<br />

de creer que yo era justamente el causante<br />

de la desdichada muerte de mi madre a<br />

la que amó demasiado.<br />

Que por mi culpa, los meses de plenitud<br />

y luz de ella, yo había robado para<br />

poder surgir. Me hacía sentir un monstruo,<br />

que en el preciso instante de salir,<br />

le desgarré todas sus entrañas desarticulándome<br />

de todo lo que me formó; tal<br />

y como un escorpión que desaparece a<br />

la que le dio origen. Continuó ese sentir<br />

hasta que llegó el día en que falleció mi<br />

padre; fue un día feliz y a la vez de luto.<br />

En mi interior ardían dos sentires, el<br />

de inmensa alegría de saber que la naturaleza<br />

me hizo el gran favor de deshacerse<br />

de él perpetuamente; era un tanto<br />

macabro pero espeluznantemente<br />

bellísimo y por otro lado la inolvidable<br />

culpabilidad y tristeza por el afecto insuficiente<br />

que recibí.<br />

Mi vida ha transcurrido en una soledad<br />

extrema, con la cual he llegado a<br />

intercambiar conversación junto a las<br />

sombrías paredes del sanatorio. Cuando<br />

fui niño viví en una casona que en<br />

sus buenos tiempos había sido digna<br />

de una agradable vista por sus paisajes,<br />

lo que en sí la rodeaba y por supuesto,<br />

la alegría encapsulada de mis padres…<br />

hasta que aparecí yo.<br />

Prosigo con la descripción de mi antiguo<br />

hogar, el cual actualmente se encuentra<br />

en un estado deplorable, empezando<br />

por el antes lindo tejaban rojo<br />

que se divisaba desde lo lejos y que<br />

ahora es sólo una nube de destrucción,<br />

la fachada ni nombrarla y en el interior<br />

murmuran los mismos muebles que<br />

compraron papá y mamá el día de su<br />

boda puesto que dicha casona fue regalo<br />

de la bisabuela Wendolyne un año<br />

antes de su fallecimiento.<br />

Solía tener un gran recibidor con un<br />

espejo oval, dos percheros en donde<br />

decían que en las reuniones colgaban<br />

de ellos hermosas estolas de las más<br />

diversas pieles y sombreros de gente<br />

con renombrado abolengo de la región.<br />

En la parte izquierda, la biblioteca se<br />

tapizaba en libros y una vetusta lámpara<br />

alumbraba el escritorio de madera<br />

olorosa de mi padre en la cual pasaba<br />

grandes temporadas enclaustrado,<br />

viendo la foto de mi madre que nunca<br />

la movió de su lugar. También merodeé<br />

mentalmente los corredores, las esca-<br />

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