La sirena varada: Año 1, Anual
El especial del primer año de La sirena varada: Revista literaria
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con papeles, a menos que se enrollaran<br />
para aplastarlas. No, lo que se necesitaba<br />
era mano dura. El sabría cómo<br />
convencer a esos espaldas mojadas de<br />
no volver a poner un pie en su país.<br />
Luego anunciaron las comprometedoras<br />
fotografías de un senador entrando<br />
a una habitación de motel con<br />
una colegiala. Dalton se molestó. Ese<br />
hombre era un veterano como él y<br />
también había luchado en aquellas inmundas<br />
selvas contra los malditos rojos.<br />
Si deseaba ponerle a su miembro<br />
un abrigo de castor joven, tenía todo<br />
el derecho del mundo a hacerlo; había<br />
arriesgado su vida por ello.<br />
Ahora venía el avance informativo<br />
internacional.<br />
Siempre el Oriente Medio y siempre un<br />
ataque con explosivos. <strong>La</strong> voz anunciaba<br />
cerca de cien víctimas mortales y otro<br />
centenar de heridos. Dalton se preguntó<br />
de dónde diablos salía tanta gente.<br />
—Si cada día hay decenas de muertos<br />
—se dijo—, entonces... —probó hacer<br />
un cálculo mental, pero abandonó el<br />
intento al escuchar el titular sobre el<br />
crimen del día. El anunciante dijo que<br />
era el último eslabón en una cadena de<br />
crímenes sin sentido que mantenía a<br />
la ciudadanía en un estado de pánico.<br />
Dalton sonrió y se arrellanó en el sillón,<br />
ésa era la noticia que esperaba.<br />
Soportó al par de imbéciles que servían<br />
de presentadores: Martin Smith, un tipo<br />
en los cuarenta, con su cabello engomado<br />
y una estúpida media sonrisa en los labios,<br />
que se acentuaba en los cambios de cámara<br />
y Janeth Berger, la infaltable rubia<br />
que se limita a leer el apuntador electrónico<br />
y a asentir a todo comentario insulso<br />
que haga su compañero.<br />
Apartó por un momento la mirada de la<br />
pantalla. Se fijó en su creciente videoteca.<br />
Tal vez ya eran más de mil cintas. <strong>La</strong>s grabaciones<br />
de los noticieros se encontraban<br />
clasificadas por fecha. También había documentales<br />
de guerra. <strong>La</strong> Segunda Guerra<br />
Mundial y Vietnam eran sus temas favoritos.<br />
El Canal de Historia se encargaba de<br />
que siempre tuviera algo nuevo para grabar.<br />
Después venían los programas sobre<br />
crímenes. Sonrió y bendijo en silencio a la<br />
televisión por cable. Había también unas<br />
pocas cintas especiales. Eran grabaciones<br />
clandestinas sobre ejecuciones. Recordó<br />
al tipo que poco a poco se freía en la silla<br />
eléctrica y al otro cuya cabeza se sacudía<br />
con fuerza al recibir un tiro en la nuca.<br />
Volvió la mirada hacia la pantalla.<br />
Era una noticia que valía la pena grabar.<br />
Un incendio había arrasado una<br />
casa en una calle con mayoría latina.<br />
Al parecer la madre había dejado a sus<br />
tres hijos pequeños encerrados bajo<br />
llave, mientras salía a trabajar en una<br />
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