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El Tio Petros y la Conjetura de Goldbach - Apostolos Doxiadis

El tío Petros y la conjetura de Goldbach es una reflexión sobre la admiración, el orgullo y la iluminación casi religiosa del descubrimiento. La narración es ágil y perfecta, tomándose gran cuidado en construir los personajes y destacar sus motivaciones. En ocasiones, se lee como una novela de aventuras que tiene como eje central la matemática. Pero son los conflictos personales los que soportan, con soberbia resistencia, el peso de la trama. Los elementos matemáticos del argumento se explican con total claridad y son fáciles de entender hasta por el más negado para esa ciencia, o lenguaje (de hecho, da la impresión de que Apóstolos Doxiadis podría ser un espléndido divulgador).

El tío Petros y la conjetura de Goldbach es una reflexión sobre la admiración, el
orgullo y la iluminación casi religiosa del descubrimiento. La narración es ágil y
perfecta, tomándose gran cuidado en construir los personajes y destacar sus
motivaciones. En ocasiones, se lee como una novela de aventuras que tiene como
eje central la matemática. Pero son los conflictos personales los que soportan, con
soberbia resistencia, el peso de la trama.
Los elementos matemáticos del argumento se explican con total claridad y son
fáciles de entender hasta por el más negado para esa ciencia, o lenguaje (de hecho,
da la impresión de que Apóstolos Doxiadis podría ser un espléndido divulgador).

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<strong>El</strong> Tío <strong>Petros</strong> y <strong>la</strong> <strong>Conjetura</strong> <strong>de</strong> <strong>Goldbach</strong><br />

Apóstolos <strong>Doxiadis</strong><br />

se me permitiría comunicarme oralmente con él ni con mi madre ni con ninguna<br />

otra persona!<br />

Subí a mi habitación para empezar a cumplir mi con<strong>de</strong>na sintiéndome un Mártir <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> Verdad.<br />

A última hora <strong>de</strong> esa misma noche mi padre l<strong>la</strong>mó por dos veces suavemente a <strong>la</strong><br />

puerta y entró. Yo estaba sentado ante mi escritorio, leyendo, y, obe<strong>de</strong>ciendo sus<br />

ór<strong>de</strong>nes. Ni siquiera lo saludé. Se sentó <strong>de</strong><strong>la</strong>nte <strong>de</strong> mí, en <strong>la</strong> cama, e intuí por su<br />

expresión que algo había cambiado. Parecía sereno, incluso arrepentido. Lo primero<br />

que dijo fue que el castigo que me había impuesto era quizás un tanto exagerado y<br />

que lo retiraba y me pedía disculpas por sus modales y su conducta, sin<br />

prece<strong>de</strong>ntes y totalmente impropia <strong>de</strong> él. Comprendía que su arrebato <strong>de</strong> ira había<br />

sido injusto. Era ilógico, añadió, y naturalmente coincidí con él, esperar que yo<br />

entendiera algo que nunca se había tomado <strong>la</strong> molestia <strong>de</strong> explicarme. Jamás me<br />

había hab<strong>la</strong>do sinceramente <strong>de</strong>l problema <strong>de</strong>l tío <strong>Petros</strong> y había llegado el momento<br />

<strong>de</strong> corregir su “penoso error”. Quería hab<strong>la</strong>rme <strong>de</strong> su hermano mayor. Yo, c<strong>la</strong>ro<br />

está, era todo oídos.<br />

Esto es lo que me contó:<br />

Des<strong>de</strong> <strong>la</strong> más tierna infancia el tío <strong>Petros</strong> había <strong>de</strong>mostrado un prodigioso talento<br />

para <strong>la</strong>s matemáticas. En <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> primaria había impresionado a sus maestros<br />

con su facilidad para <strong>la</strong> aritmética, y en el bachillerato dominaba con increíble<br />

pericia abstracciones <strong>de</strong> álgebra, geometría y trigonometría. Su padre, mi abuelo,<br />

pese a carecer <strong>de</strong> instrucción formal, <strong>de</strong>mostró ser un hombre progresista. En lugar<br />

<strong>de</strong> orientar a <strong>Petros</strong> hacia disciplinas más prácticas, que lo prepararían para trabajar<br />

a su <strong>la</strong>do en el negocio familiar, lo animó a seguir los dictados <strong>de</strong> su corazón. Por lo<br />

tanto, a una edad precoz <strong>Petros</strong> se matriculó en <strong>la</strong> Universidad <strong>de</strong> Berlín, don<strong>de</strong> se<br />

licenció con matrícu<strong>la</strong> <strong>de</strong> honor a los diecinueve años. Durante el año siguiente hizo<br />

el doctorado y entró a formar parte <strong>de</strong>l c<strong>la</strong>ustro <strong>de</strong> <strong>la</strong> Universidad <strong>de</strong> Munich, en<br />

calidad <strong>de</strong> catedrático, a <strong>la</strong> asombrosa edad <strong>de</strong> veinticuatro años, convirtiéndose en<br />

el hombre más joven que jamás había ocupado ese puesto.<br />

Yo escuchaba con los ojos como p<strong>la</strong>tos.<br />

—No parece <strong>la</strong> historia <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los fiascos <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida—observé.<br />

—Todavía no he terminado —me advirtió mi padre.<br />

Co<strong>la</strong>boración <strong>de</strong> José Luis Tabara Carbajo 13 Preparado por Patricio Barros<br />

Antonio Bravo

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