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El Tio Petros y la Conjetura de Goldbach - Apostolos Doxiadis

El tío Petros y la conjetura de Goldbach es una reflexión sobre la admiración, el orgullo y la iluminación casi religiosa del descubrimiento. La narración es ágil y perfecta, tomándose gran cuidado en construir los personajes y destacar sus motivaciones. En ocasiones, se lee como una novela de aventuras que tiene como eje central la matemática. Pero son los conflictos personales los que soportan, con soberbia resistencia, el peso de la trama. Los elementos matemáticos del argumento se explican con total claridad y son fáciles de entender hasta por el más negado para esa ciencia, o lenguaje (de hecho, da la impresión de que Apóstolos Doxiadis podría ser un espléndido divulgador).

El tío Petros y la conjetura de Goldbach es una reflexión sobre la admiración, el
orgullo y la iluminación casi religiosa del descubrimiento. La narración es ágil y
perfecta, tomándose gran cuidado en construir los personajes y destacar sus
motivaciones. En ocasiones, se lee como una novela de aventuras que tiene como
eje central la matemática. Pero son los conflictos personales los que soportan, con
soberbia resistencia, el peso de la trama.
Los elementos matemáticos del argumento se explican con total claridad y son
fáciles de entender hasta por el más negado para esa ciencia, o lenguaje (de hecho,
da la impresión de que Apóstolos Doxiadis podría ser un espléndido divulgador).

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<strong>El</strong> Tío <strong>Petros</strong> y <strong>la</strong> <strong>Conjetura</strong> <strong>de</strong> <strong>Goldbach</strong><br />

Apóstolos <strong>Doxiadis</strong><br />

cobertizo <strong>de</strong>l jardín. Al año siguiente, el clima cooperó con mi curiosidad. Una<br />

tormenta <strong>de</strong> verano obligó a mi tío a abrir <strong>la</strong>s puertas y a conducirnos a un lugar<br />

que a todas luces el arquitecto había diseñado como salón. También era obvio, no<br />

obstante, que el propietario no lo usaba para recibir visitas. Aunque había un sofá,<br />

estaba inapropiadamente colocado mirando a una pared. Entraron <strong>la</strong>s sil<strong>la</strong>s <strong>de</strong>l<br />

jardín, <strong>la</strong>s dispusieron en semicírculo y nos sentamos como <strong>de</strong>udos en un ve<strong>la</strong>torio<br />

<strong>de</strong> provincias.<br />

Yo miré alre<strong>de</strong>dor, haciendo un rápido reconocimiento. Los únicos muebles que al<br />

parecer se utilizaban todos los días eran el <strong>de</strong>svencijado sillón que estaba junto a <strong>la</strong><br />

chimenea y una mesa pequeña situada a su <strong>la</strong>do; sobre el<strong>la</strong> había un tablero <strong>de</strong><br />

ajedrez con <strong>la</strong>s piezas colocadas como si hubiera una partida en curso. Junto a <strong>la</strong><br />

mesa, en el suelo, había una pi<strong>la</strong> <strong>de</strong> libros y revistas <strong>de</strong> ajedrez. De modo que allí<br />

era don<strong>de</strong> el tío <strong>Petros</strong> se sentaba cada noche. Los estudios que había mencionado<br />

mi madre <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> ser estudios <strong>de</strong> ajedrez. ¿O no?<br />

No <strong>de</strong>bía precipitarme a sacar conclusiones, ya que <strong>de</strong> pronto se abrían nuevas<br />

posibilida<strong>de</strong>s especu<strong>la</strong>tivas. <strong>El</strong> elemento más <strong>de</strong>stacable <strong>de</strong> <strong>la</strong> estancia don<strong>de</strong><br />

estábamos sentados, aquel que lo hacía tan diferente <strong>de</strong>l salón <strong>de</strong> nuestra casa, era<br />

<strong>la</strong> abrumadora presencia <strong>de</strong> libros; había innumerables volúmenes por todas partes.<br />

Aparte <strong>de</strong> que todas <strong>la</strong>s pare<strong>de</strong>s visibles <strong>de</strong> <strong>la</strong> sa<strong>la</strong>, el pasillo y el vestíbulo estaban<br />

forradas <strong>de</strong> estanterías <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el suelo hasta el techo, en <strong>la</strong> mayor parte <strong>de</strong>l suelo<br />

había altas pi<strong>la</strong>s <strong>de</strong> libros. Casi todos eran viejos y ajados.<br />

Al principio escogí el camino más fácil para respon<strong>de</strong>r mis dudas sobre su<br />

contenido:<br />

— ¿Qué son todos esos libros, tío <strong>Petros</strong>? —pregunté.<br />

Se produjo un silencio tenso, como si acabara <strong>de</strong> mentar <strong>la</strong> soga en casa <strong>de</strong>l<br />

ahorcado.<br />

—Son viejos —respondió él en tono vaci<strong>la</strong>nte tras echar una rápida mirada a mi<br />

padre. Sin embargo, parecía tan nervioso mientras buscaba <strong>la</strong> respuesta y su<br />

sonrisa era tan forzada, que no me atreví a pedir explicaciones.<br />

Una vez más recurrí a <strong>la</strong> estratagema <strong>de</strong>l <strong>la</strong>vabo. En esta ocasión el tío <strong>Petros</strong> me<br />

acompañó a un retrete situado junto a <strong>la</strong> cocina. Mientras él regresaba al salón, solo<br />

y fuera <strong>de</strong> <strong>la</strong> vista <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, aproveché <strong>la</strong> oportunidad que yo mismo había<br />

Co<strong>la</strong>boración <strong>de</strong> José Luis Tabara Carbajo 8 Preparado por Patricio Barros<br />

Antonio Bravo

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