27.04.2019 Views

Conversaciones con Fellini- Giovanni Grazzini

El creador de La Dolce Vita en estado puro. Un diálogo íntimo con el genial director sobre política, terrorismo, sexo, el amor y las mujeres. Un Federico Fellini auténtico. En estas conversaciones con Giovanni Grazzini, uno de los más renombrados críticos cinematográficos de Italia, el director de Amarcord nos desvela sus secretos más privados y recónditos. Directo y sincero, en este libro Fellini no sólo nos brinda sus pareceres sobre el séptimo arte sino que, además, nos acerca a sus opiniones sobre el paso del tiempo, su manera de comprender el mundo y, sobre todo, nos desvela a un ser humano original y auténtico, capaz de opinar sobre los temas más diversos y actuales, lo que lo confirma como una de las figuras emblemáticas de nuestro tiempo. Fellini nació en Rimini en 1920 y fue en sus orígenes dibujante y colaborador de varias revistas italianas. Entró en el mundo del cine de la mano de Rossellini, como escenógrafo en Roma cittá aperta, y a partir de ese momento pasó a dirigir películas que el público y la crítica mundial han aclamado unánimemente. Falleció en Italia en 1993.

El creador de La Dolce Vita en estado puro. Un diálogo íntimo con el genial director sobre
política, terrorismo, sexo, el amor y las mujeres. Un Federico Fellini auténtico. En estas
conversaciones con Giovanni Grazzini, uno de los más renombrados críticos
cinematográficos de Italia, el director de Amarcord nos desvela sus secretos más privados
y recónditos. Directo y sincero, en este libro Fellini no sólo nos brinda sus pareceres sobre
el séptimo arte sino que, además, nos acerca a sus opiniones sobre el paso del tiempo, su
manera de comprender el mundo y, sobre todo, nos desvela a un ser humano original y
auténtico, capaz de opinar sobre los temas más diversos y actuales, lo que lo confirma
como una de las figuras emblemáticas de nuestro tiempo. Fellini nació en Rimini en 1920 y
fue en sus orígenes dibujante y colaborador de varias revistas italianas. Entró en el mundo
del cine de la mano de Rossellini, como escenógrafo en Roma cittá aperta, y a partir de
ese momento pasó a dirigir películas que el público y la crítica mundial han aclamado
unánimemente. Falleció en Italia en 1993.

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

nadie. Cuando nuestros puntos de vista no lograban <strong>con</strong>ciliarse, dejábamos sin efecto el compromiso<br />

de común acuerdo. Y si, bien es cierto que esto ha ocurrido centenares de veces, mis relaciones <strong>con</strong><br />

todos los productores, sea <strong>con</strong> aquellos <strong>con</strong> quienes realizamos películas o <strong>con</strong> quienes rescindí el<br />

<strong>con</strong>trato, siempre siguieron siendo amistosas. En el fondo, y desde tiempos inmemorables, somos<br />

siempre los mismos los que hacemos cine y nos <strong>con</strong>ocemos sin hacernos ilusiones.<br />

A Broderick Crawford lo elegí después de mucho pensar buscando al protagonista entre un<br />

sinnúmero de rostros. Una tarde, en Piazza Mazzini, vi sobre una pared un gran anuncio de un filme,<br />

que alguien había rasgado en sentido vertical. Se vería la mitad de una cara, y debajo la mitad de un<br />

título y la mitad del nombre del actor: «Todos los hombres» y «Broderi». El ojo de esa media cara<br />

me recordaba la expresión sagaz y canallesca de un tal Nasi, que era famoso en Rímini por haber<br />

vendido a un alemán una extensión de mar frente al Grand Hotel. Al menos ésta era la historia que<br />

<strong>con</strong>taban sobre el hojalatero Nasi y cuando en el Caffé Commercio alguien lo invitaba a <strong>con</strong>firmar si<br />

era verídica o no, Nasi primero se hacía pagar la bebida y después salía del paso <strong>con</strong> frases de sabio<br />

oriental del tipo de: «Ya no sabemos ver la verdad porque no sabemos inclinarnos hasta el suelo». Si<br />

alguien pedía explicaciones tenía que pagarle antes otra copa de vino y el asunto, entre respuestas<br />

sibilinas y los <strong>con</strong>siguientes cuartitos de vino, podía <strong>con</strong>tinuar durante toda la tarde hasta que el<br />

oráculo, ebrio por completo, se alejaba entre la niebla cantando a voz en cuello.<br />

¡Qué cara magnífica la de Broderick Crawford! El ejemplo más clamoroso de la fotogenia<br />

cinematográfica. Bastaba <strong>con</strong> que levantase una ceja y ese gesto de por sí ya era toda una narración.<br />

Esos ojos hundidos sobre sus grandes mejillas, parecían mirar siempre de atrás de un muro, como<br />

dos agujeros en una pared. El productor, preocupado por algunos rumores que circulaban <strong>con</strong><br />

insistencia en cuanto a una supuesta inclinación del buen Brod por los aperitivos, quiso tomar<br />

precauciones agregando una hoja al <strong>con</strong>trato <strong>con</strong> el actor, enumerando las bebidas permitidas. Pero<br />

es posible que haya habido alguna infracción por parte de Brod porque recuerdo que una mañana<br />

cuando ya estábamos casi terminando el filme o sea después de alrededor de cuatro meses de estar en<br />

Italia, en Roma, insistía acalorándose cada vez más para que un secretario de producción fuera a<br />

comprarle cigarros persas que sólo se en<strong>con</strong>traban en una tabaquería después de la sexta manzana de<br />

la calle 14.<br />

—La Dolce Vita.<br />

—Como en el test de asociaciones, respondo enseguida: ¡Anita Ekberg! Después de veinticinco<br />

años el filme, su título, su imagen, son para mí inseparables de Anita.<br />

La primera vez la vi en una fotografía de página entera en una revista norteamericana; la gran<br />

pantera se hacía la niñita a caballo sobre la baranda de la escalera. Pensé: «Dios mío, ¡que nunca me<br />

la encuentre!».<br />

Esa sensación de asombro, estupor, éxtasis, e incredulidad que nos invade frente a criaturas<br />

excepcionales como la jirafa, el elefante, el baobab, volví a tenerla cuando algunos años más tarde,<br />

en el jardín del Hotel de la Ville, la vi avanzar precedida, seguida y flanqueada por tres o cuatro<br />

hombrecillos, el marido y sus agentes, que desaparecían como sombras bajo el halo de una fuente<br />

luminosa. Sostengo que la Ekberg es, más que nada, fosforescente. Quería <strong>con</strong>ocer la parte, saber si<br />

el personaje era positivo, quiénes eran las demás actrices y entretanto bebía un trago largo de esos

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!