27.04.2019 Views

Conversaciones con Fellini- Giovanni Grazzini

El creador de La Dolce Vita en estado puro. Un diálogo íntimo con el genial director sobre política, terrorismo, sexo, el amor y las mujeres. Un Federico Fellini auténtico. En estas conversaciones con Giovanni Grazzini, uno de los más renombrados críticos cinematográficos de Italia, el director de Amarcord nos desvela sus secretos más privados y recónditos. Directo y sincero, en este libro Fellini no sólo nos brinda sus pareceres sobre el séptimo arte sino que, además, nos acerca a sus opiniones sobre el paso del tiempo, su manera de comprender el mundo y, sobre todo, nos desvela a un ser humano original y auténtico, capaz de opinar sobre los temas más diversos y actuales, lo que lo confirma como una de las figuras emblemáticas de nuestro tiempo. Fellini nació en Rimini en 1920 y fue en sus orígenes dibujante y colaborador de varias revistas italianas. Entró en el mundo del cine de la mano de Rossellini, como escenógrafo en Roma cittá aperta, y a partir de ese momento pasó a dirigir películas que el público y la crítica mundial han aclamado unánimemente. Falleció en Italia en 1993.

El creador de La Dolce Vita en estado puro. Un diálogo íntimo con el genial director sobre
política, terrorismo, sexo, el amor y las mujeres. Un Federico Fellini auténtico. En estas
conversaciones con Giovanni Grazzini, uno de los más renombrados críticos
cinematográficos de Italia, el director de Amarcord nos desvela sus secretos más privados
y recónditos. Directo y sincero, en este libro Fellini no sólo nos brinda sus pareceres sobre
el séptimo arte sino que, además, nos acerca a sus opiniones sobre el paso del tiempo, su
manera de comprender el mundo y, sobre todo, nos desvela a un ser humano original y
auténtico, capaz de opinar sobre los temas más diversos y actuales, lo que lo confirma
como una de las figuras emblemáticas de nuestro tiempo. Fellini nació en Rimini en 1920 y
fue en sus orígenes dibujante y colaborador de varias revistas italianas. Entró en el mundo
del cine de la mano de Rossellini, como escenógrafo en Roma cittá aperta, y a partir de
ese momento pasó a dirigir películas que el público y la crítica mundial han aclamado
unánimemente. Falleció en Italia en 1993.

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

de los poetas más amados, que la guerra justifica el asesinato, pero cuando la guerra no existe todo<br />

parece infinitamente más feroz e insoportable. Aunque <strong>con</strong> dificultad puedo llegar a comprender que<br />

se dispare <strong>con</strong>tra alguien a quien se <strong>con</strong>sidera enemigo pero me resulta complicado imaginar que<br />

haya algo que pueda compensar y quitar el sentimiento de culpa.<br />

Hitler, Stalin, los grandes tiranos estaban poseídos por el poder de una in<strong>con</strong>sciencia colectiva<br />

que se encarnaba en ellos, se <strong>con</strong>vertían en el centro de oscuros proyectos, expresaban una locura<br />

organizada. Pero ¿la mano de obra ejecutora, el sicario, aquel que no está ofuscado por ideal alguno<br />

y en la oscuridad de su razón perdida, de sus rudos sentimientos acepta matar? Hay que pensar que en<br />

algún lugar de la psique se <strong>con</strong>servan determinados aspectos monstruosos del hombre animal. Y no<br />

me interesan en absoluto quienes dicen tener un sentido histórico en virtud del cual deberíamos<br />

abstenernos de <strong>con</strong>denar al terrorismo sólo porque sería factible que en el futuro algunos delitos<br />

fuesen reputados acciones patrióticas. No poseo en absoluto ese tipo de sentido histórico. Es una<br />

perspectiva que no me atañe. Me <strong>con</strong>cierne lo cotidiano, cuanto haya mientras yo viva, todo lo demás<br />

me parece una especulación.<br />

—¿Cómo viviste los «años de plomo» italianos? No te pido un análisis del terrorismo ni de<br />

la P2. Quisiera saber cómo los viviste tú, cuál fue la impronta que te dejaron.<br />

—Seguí trabajando siempre, y el trabajo es una gran pantalla de proyección, una coraza de<br />

amianto aun cuando frente a hechos tan aberrantes pueda parecer una forma de vileza o de escape el<br />

hecho de refugiarse en el trabajo.<br />

Tenía un sentimiento de impotencia, la sensación paralizante de no poder hacer nada; como si la<br />

vida a mi alrededor hubiese cambiado de manera monstruosa por alguna oscura, absurda, irracional<br />

<strong>con</strong>dena. Parecía que se hubiese puesto en movimiento algo ineluctable, que se hubiese cometido una<br />

culpa <strong>con</strong>fusa imposible de rastrear, capaz de desencadenar un proceso destructivo tan indescifrable<br />

como el cáncer, como un organismo atacado por el cáncer. Pero ¿dónde, cómo y cuándo nos<br />

equivocamos para tener que soportar sin salida una <strong>con</strong>secuencia tan atroz? Y después, la desazón<br />

que producía ver al Estado impotente, a los carabineros, a las fuerzas del orden en peligro. Y la<br />

resignación horrible, anormal, frente a los titulares de los diarios, los noticiarios televisivos, el ritual<br />

de los funerales y la letanía insoportable de execraciones por parte de los hombres del gobierno.<br />

Una pesadilla agravada por el des<strong>con</strong>cierto, el descorazonamiento de ver que algún cronista de<br />

algún periódico en<strong>con</strong>traba justificación; que amigos imbéciles se sentían en cierto modo<br />

re<strong>con</strong>fortados por estos vengadores de sus neurosis y hablaban de ellos <strong>con</strong> simpatía, <strong>con</strong> solidaridad<br />

mal disimulada; que algún parlamentario llamaba a esos sanguinarios los «compañeros que<br />

equivocan el camino», «los compañeros asesinos». Y el misterio insondable de esas caras, esas<br />

barbas, bigotes, pasamontañas. Las charlas de los psicoanalistas de revistas: «Intentan matar el vacío<br />

que llevan dentro de sí», «disparan <strong>con</strong>tra su terror de no existir», o los análisis más estridentes aun<br />

de sociólogos y politólogos tendentes a hacer aceptar el fenómeno como una fatalidad, como un<br />

proceso inevitable.<br />

Sí, más inclusive que la atrocidad de los hechos, que la ferocidad, que esos pobres carabineros<br />

de dieciocho años ametrallados en los bares <strong>con</strong> su taza de café en la mano, al alba, en la periferia<br />

tenebrosa; más allá de todo este horror, de las imágenes de carnicería que la televisión mostraba de

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!