aproximación antropológica a el criticón, de gracián - Revista ...

teatro del mundo. Por eso es también «padre de filósofos», como dijo
Schopenhauer, con ese su despejo que es gallardía en el decir, en hacer
y discurrir: H13.
Esa era la circunstancia española de su tiempo. Y él sabe que:
«Tanto se requiere en las cosas la circunstancia como la sustancia;
antes bien, lo primero con que topamos no son las esencias de las
cosas, sino las apariencias»: D22. En todo se necesita: «La realidad y
el modo. No basta la sustancia, requiérese también la circunstancia.
Todo lo gasta un mal modo, hasta la justicia y la razón»: OM14 64 . Luego,
Unamuno concluirá que «toda gran obra es obra de circunstancia».
Ortega sentenciará: «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a
ella no me salvo yo.»
Schopenhauer, en su obra, El mundo como voluntad y representación,
se sorprende del amplio tejido de alegorías, llenas de sentido, y
del ropaje transparente con que encubre sus verdades morales, la
fecunda invención del autor de El Criticón. Gracián se da cuenta de
que, sin los buenos modos, no se puede trasparentar el ser. La apariencia
confirma la realidad. Sin la circunstancia y las cosas concretas, la
realidad no es nada. De hecho, la realidad es cambiante, fluida, y ahí
se tiene que mover nuestro héroe actual. Por tanto, «la realidad se presenta
como algo abierto que se deja constituir por la relación». Pero la
virtud es perfección interior, proceso permanente: «siempre se ha de
pasar adelante en la virtud, que el parar es volver atrás»: CII10, como
dijo San Agustín.
De ahí el sentido del artificio humano, en Gracián, que no es nada
artificial, como recoge J. G. Gibert: «Hizo la naturaleza al hombre un
compendio de todo lo natural; haga lo mismo el arte de todo lo moral»:
D7. De hecho, el héroe, el político y el discreto son «el resultado de
una sabia y afortunada combinación de cualidades innatas o naturales
y capacidades adquiridas o artificiales». Entonces, el héroe es el varón
máximo con altura de ánimo y gran corazón, generoso, heroico. La
magnanimidad, tomada por Gracián, de la Ética a Nicómaco es recámara
de todas las virtudes, la virtud central que «perfecciona el ánimo
para que desee, emprenda y ejecute cosas grandes y heroicas».
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APROXIMACIÓN ANTROPOLÓGICA A EL CRITICÓN DE GRACIÁN
64 GARCÍA CASANOVA, J. Fco., Apariencia, DGB., 57.