aproximación antropológica a el criticón, de gracián - Revista ...

Todo el mundo renacentista y barroco se encuentra en El Criticón
con un profundo deseo de armonía, pero desconcertado ante los lances
de la Fortuna y su acción desmedida, como nos enseñó J. de Mena en el
Laberinto de Fortuna o las Trescientas. Y sólo la Providencia, como
garante que es de la razón cósmica e histórica, del presente, el pasado
y el futuro, puede remediar, y de este modo ordenar la rueda del tiempo
con los esplendores de la peripecia y la diversidad humana. El
mundo humano es un intermedio entre la dicha del cielo y la desdicha
del infierno, «participa de entrambos», pesares y contentos, alterna
males y bienes. Como dice el C: «–En vano, ¡oh peregrinos del mundo,
pasajeros de la vida!, os cansáis en buscar desde la cuna a la tumba
esta vuestra imaginada Felisinda, que el uno llama esposa, el otro
madre; ya murió para el mundo y vive para el cielo. Hallarla héis allá,
si la supiéredes merecer en la tierra.» 73
Gracián no rechaza el mundo trascendente, pues lo considera la
verdadera patria del hombre, pero debe conseguirse en la tierra siendo
personas auténticas. Es la libertad del hombre la que crea el concierto
del mundo o su desconcierto al concertarse con Dios o actuar contra
sus planes. Así el suave optimismo del Renacimiento se torna «amargo
pesimismo» en el jesuita barroco. Por otra parte, según Ignacio G. L.,
el C. estaría ordenado, según el arte de la memoria, por una numerología
basada en los 4 elementos del mundo o la mano de oro de Cicerón
y el número 5, o los 12 signos del zodíaco. Como I. de Loyola, Gracián
da una gran importancia a la imaginación, la composición de lugar y la
necesidad de rendir cuentas de la cosas con un cierto examen. De esa
gran imaginación humana y poética gozan también San Juan de la Cruz
y Teresa de Jesús.
Todos esos autores se centran en el cuidado del alma humana, y nos
dan «un modelo acabado del hombre», con su castillo interior, que tiene
su lugar más sublime y definitivo en el «Gran templo del Salomón
católico, asombro del hebreo», que es El Escorial. Entre tanto pensamiento
y devaneo, el hombre es un volatinero saltimbanqui que marcha
por la cuerda floja del hilo de la vida, donde unos caen hoy y otros
mañana, como se muestra al final del C., que es como el frontispicio
del Así hablaba Zaratustra, donde todo el pueblo se burla del volatinero
mientras Zaratustra le mira asombrado. «Luego le habló así: El hom-
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73 Ibíd., 129.
APROXIMACIÓN ANTROPOLÓGICA A EL CRITICÓN DE GRACIÁN