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frontera peninsular e identidad (siglos ix-xii)1 - Institución Fernando ...

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Un territorio desorganizado significa la ausencia de una cobertura<br />

global, destacando por ello, en los espacios del centro y oeste <strong>peninsular</strong>,<br />

comunidades locales bajo su propia autorregulación174 , a menudo<br />

aprovechando los precedentes castros o aceptando el protagonismo de<br />

anteriores centros monásticos175 . En el oriente <strong>peninsular</strong>, la menor dimensión<br />

de esta franja acentúa su función de espacio de separación desorganizado,<br />

con numerosas infraestructuras descuidadas, restos de muros<br />

y edificaciones (Parietes, Parietes Antiquas, Parietos Altos...),<br />

antiguas villas, algunas completamente abandonadas —villa herema, villa<br />

antiqua—, naufragios de antiguos esplendores convertidos en referencia<br />

espacial —puio ubi ipsi monumenti sunt antiqui prope ipsa villa<br />

antiqua— y un elevado protagonismo del bosque —ipsa silva—, con<br />

sus recursos —conejos y aves— y sus temores —el lobo sobre todo—,<br />

sumándose todo ello a indicadores de hábitat precario, con ocupaciones<br />

trogloditas o construcciones muy simples176 .<br />

En cualquier caso, este espacio fronterizo se convierte en objeto de<br />

apetencia para las específicas y emergentes cúpulas baroniales que, entre<br />

los <strong>siglos</strong> IX y X, se han beneficiado, en las sociedades septentrionales,<br />

de la densificación demográfica, la expansión del espacio agrario,<br />

la consolidación territorial, la cohesión de la sociedad y, corolariamente,<br />

la nueva estratificación social. Así, por encima de las iniciativas populares<br />

y combinándose con las pretensiones de afianzamiento regio,<br />

destaca el empuje nobiliario sobre la <strong>frontera</strong>. Son miembros de las familias<br />

vicariales y vizcondales y la jerarquía episcopal y monástica quienes<br />

transforman la <strong>frontera</strong> de los condados nororientales mediante la<br />

presura de amplios espacios delimitados y articulados como distritos<br />

castrales; son magnates y grandes monasterios quienes capitalizan las<br />

roturaciones y establecen las populaturas o populationes en el valle del<br />

Duero, imponiendo dominios señoriales a manera de ámbito de producción,<br />

de consumo, intercambio e imposición al campesinado de<br />

exacciones y vínculos que permiten superar el precedente marco de aldeas<br />

autosuficientes, obsoleto a causa del mismo incremento demográfico<br />

y la densificación espacial; y son también nobles quienes se benefician<br />

de las concesiones regias de distritos castrales coincidentes con la<br />

174<br />

FRONTERA PENINSULAR E IDENTIDAD (SIGLOS IX-XII)<br />

Iñaki Martín, «La articulación del poder en la cuenca del Duero: el ejemplo del espacio<br />

zamorano (<strong>siglos</strong> VI-XI)», Anuario de Estudios Medievales, 31 (2001), pp. 91-105.<br />

175 Santiago Castellanos, Iñaki Martín, «The local articulation of central power in the north<br />

of the Iberian Peninsula (500-1000)», Early Medieval Europe, 13 (2005), pp. 24-33.<br />

176 Flocel Sabaté, L’expansió territorial de Catalunya (segles IX-XII): Conquesta o repoblació?,<br />

Edicions de la Universitat de Lleida, Lérida, 1996, pp. 73-74.<br />

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