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Volumen 02 - Telefonica.net

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Crillon escribió de inmediato dos respuestas al general inglés; una<br />

corta, inmediata, que envió seguidamente y otra más larga que antes de<br />

remitirla sometió a la consideración de su ministro. La primera, que era<br />

una simple nota en la que, entre otras cosas aceptaba el duelo al que le<br />

retaba Murray y le decía:<br />

"Vuestra carta devuelve a cada uno a su lugar. Ella me confirma<br />

en la estima que siempre he tenido por vos.<br />

Acepto con placer vuestra última proposición.<br />

Soy, señor, de V.E. el más humilde y obediente servidor.<br />

B.B. duque de Crillon.<br />

La otra, la segunda, es una claudicación de un Crillon absolutamente<br />

avergonzado y compungido, de un hombre que se da cuenta a última hora<br />

del error cometido por la cegue-ra que produce la ambición. Por ello, en<br />

su carta trata de pedir perdón a Murray aduciendo lo que suelen alegar<br />

siempre en estos casos los tibios de corazón, que no aceptan su responsabilidad.<br />

Es decir: la obediencia debida. Algo así como "vos y yo somos<br />

víctimas de la obediencia al Amo:<br />

" Señor:<br />

He recibido vuestra carta del 16 de octubre con la más grande atención.<br />

Al final de la misma hay una frase que parece una amenaza; vos<br />

no habréis creído sin duda que ésta me intimida y no me he detenido<br />

ni un instante en este pensamiento.<br />

Hay sin embargo uno (os lo aseguro señor) que me atormenta: la<br />

idea de haber afligido y herido a un hom-bre de honor me resulta insoportable.<br />

Creed, señor, que no tengo necesidad de buscar en la historia<br />

de mi casa los ejemplos que vos me recordáis para darme cuenta lo que<br />

corresponde hacer a un militar leal. Estos princi-pios están escritos en<br />

mi corazón desde el mismo momento de mi nacimiento y seguirán grabados<br />

en él hasta el día de mi muerte.<br />

Os aseguro, señor, que en vuestro lugar yo habría hecho lo mismo<br />

que vos habéis hecho, pero también me inclino a creer que si vos hubieseis<br />

estado en el mío no habríais podido evitar obedecer y os habríais<br />

conduci-do como yo.<br />

Tenéis mi estima, señor, y pretendo tener la vuestra. Si cuando<br />

nuestros soberanos nos devuelvan a nosotros mismos, vos queréis aun<br />

ser mi enemigo, me encontrarais digno de vos; si por el contrario preferís<br />

ser mi ami-go, seré el vuestro de por vida y hasta la muerte.<br />

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