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Volumen 02 - Telefonica.net

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sión de una de las minas situadas detrás del fuerte Argyle. En esta acción<br />

y como oficial subalterno participó el autor de Justine ou les malheurs de<br />

la vertu, Donatien Alphonse François, marqués de Sade.<br />

Si juzgamos la toma de San Felipe por Richelieu desde una perspectiva<br />

bélica actual, ningún analista se sorprendería de las pérdidas humanas.<br />

Queremos decir, que desde que en la Revolución Francesa las contiendas<br />

militares dejaron de ser un baile de minué y se convirtieron en manifestaciones<br />

genuinas de la fuerza bruta, pasando por los ingenios bélicos que se<br />

han ido inventando desde entonces, el coste en vidas humanas de las guerras<br />

ha sido cuantioso, sólo hay que recordar los millones y millones de<br />

personas fallecidas en las dos guerras mundiales del siglo XX. Pero antes<br />

de eso, en tiempos de Richelieu y Crillon, estaba extendida en Europa la<br />

idea filantrópica de que debía evitarse en las guerra la efusión de sangre;<br />

que al soldado, más que sangre, había que pedirle sudor, por esa razón<br />

proliferaban los sitios de fortaleza en vez de cruentas batallas campales<br />

donde apenas había bajas y el enclave solía rendirse con todos los honores<br />

antes del asalto final que ocurría muy pocas veces. Otra característica de<br />

aquellas guerras era el riguroso respeto a la población civil. Al mismo<br />

tiempo se consideraba la guerra cosa de profesionales y se prohibía a los<br />

civiles intervenir bajo pena de muerte.<br />

Por esa razón, en la época en que ocurrió el hecho, la opinión pública<br />

se puso en contra de un Richelieu al que se consideró un carnicero según<br />

la opinión de entonces, que llamaba "militaires de bonne foi" a aquellos<br />

generales que conseguían sus victorias con bajas muy escasas. Tenemos<br />

un ejemplo muy cercano en el mismo frente menorquín: el duque de<br />

Crillon, 25 años después que Richelieu, volvió a conquistar San Felipe con<br />

bajas muy escasas, la mayoría por enfermedad o algún alcance casual del<br />

bombardeo enemigo, como el caso de Charles Garain la mujer suiza que se<br />

hizo pasar por soldado.<br />

A su llegada a París y a pesar de las luminarias y de las celebraciones<br />

por la toma de Menorca, Richelieu no fue bien recibido. Cuando acudió a<br />

su presencia, el rey le preguntó: ¿Qué tal los higos de Menorca? Nuestros<br />

historiadores clásicos interpretan ad litteram la pregunta, pero nosotros<br />

creemos que detrás de ella se esconde una cruel ironía: el rey, despreciando<br />

el mérito militar del duque, resalta la faceta más superficial de su personalidad:<br />

su fama de libertino.<br />

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