Pobreza y desarrollo local

las culturas de cooperación, de trabajo en red, de democracia o de capacidad
emprendedora capaces de impulsar el desarrollo.
Se fuese así el Norte de la Italia ya habría sintetizado y aplicado su propia
"vitamina" en el Sur de Italia. O, entre nosotros, una buena dosis de la receta de
"té de Blumenau" habría sido la solución para los problemas de Crateús.
Nosotros sabemos que las cosas no funcionan así. Porque nosotros sabemos que
no existe "la" receta, "la" fórmula del desarrollo.
Siempre he defendido este argumento, pero no cuesta nada repetirlo aquí.
Durante mucho tiempo creímos que el factor económico era el único determinante
del desarrollo. Hoy sabemos que el desarrollo tiene muchas dimensiones:
económica, social, cultural, ambiental y físico-territorial, político-institucional y
científico-tecnológica que mantienen, unas con relación a las otras, un relativo
grado de autonomía.
Todas esas dimensiones comparecen en el proceso de desarrollo, en conjunto
determinándolo o, en particular, cada una condicionándolo. En otras palabras,
estoy afirmando que no existe algo así como la primacía de la determinación
económica. Este es un mito!
Mucha gente bien intencionada imagina que podríamos hacer en el semi-árido
nordestino las mismas cosas que fueron hechas en Israel. Parece tan simple,
¿no? Sin embargo, esto no sería posible aunque tuviéramos a nuestra disposición
los mismos recursos financieros que fueron invertidos en Israel. ¿Por qué?
¿Mucha gente bien intencionada imagina que podríamos hacer en las periferias de
todas las grandes ciudades del país lo mismo que se ha hecho en el cinturón de
producción hortofrutícola de São Paulo? Pero esto tampoco es posible. ¿Por qué?
En ambos casos faltan, entre otras cosas no directamente "económicas", aquel
capital social y aquel capital humano, con aquellas motivaciones y, sobre todo, con
aquellas culturas que encontramos en esas localidades.
Así como el desarrollo de una localidad depende de la gente que vive en esa
localidad, depende también de muchos otros determinantes y condicionantes que
los economistas en general tienden a despreciar o a juzgar como externalidades.
Ocurre que, desde el punto de vista del desarrollo (y no apenas del crecimiento asinérgico
y, por lo tanto, insustentable) tales factores, como todo así lo indica, no
son externalidades, sino centralidades.
Por más que constatemos, como lo hizo Fukuyama (en el libro "Trust", publicado
en 1995) que "una sociedad rica y compleja no nace inevitablemente de la lógica
de la industrialización adelantada. Al contrario... Japón, Alemania y Estados
Unidos se convirtieron en las potencias industriales líderes del mundo en gran
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