Pobreza y desarrollo local

movilizaron, en los últimos siete años, más de 120 millones de reales, apenas para
capital de giro, para menos de 150 mil tomadores en un universo potencial de 6
millones – nadie va a prestar dinero a quien no tiene garantía real que presentar (o
sea, propiedad, en general inmobiliaria, acciones y derechos, equipamientos,
marcas, patentes, salarios y otras formas de renta comprobada).
En segundo lugar, porque el éxito de los emprendimientos depende del capital
humano y del capital social de los emprendedores y del ambiente interno y externo
en los cuales tales emprendimientos se realizan. O sea, diciendo la misma cosa
de modo menos preciso, emprendedores con déficit de conocimientos e inmersos
en ambientes con déficit de empoderamiento, son candidatos preferenciales al
fracaso. Sus iniciativas tienen todo para aumentar aún más los altos índices de
mortalidad empresarial en el comienzo con los cuales tenemos la infelicidad de
convivir.
¿Cuál es la conclusión que podemos extraer de estas evidencias y
consideraciones? La conclusión, creo, es que la dimensión económica es
imprescindible en cualquier proceso de desarrollo, pero que esta dimensión no es
capaz, por si sola, de promover el desarrollo.
Considerando que puede haber crecimiento sin desarrollo, pienso que, tal vez,
sería razonable hacer una distinción entre ‘economía de crecimiento’ y ‘economía
de desarrollo’.
En una visión de ‘economía de desarrollo’ el foco está en la “dinamización social”,
por así decir, de las actividades productivas, o sea, el foco recae sobre la
diversidad económica, sobre la circulación de bienes y servicios y sobre el
aumento de las posibilidades de apropiación, por parte de una variedad mayor de
sujetos, que todo este movimiento económica busca y no – como ocurre en una
visión de ‘economía de crecimiento’ – sobre el aumento absoluto del valor de lo
que es producido, lo que, supuestamente, sería redistribuido a toda la sociedad
por mecanismos de mercado o por la acción reguladora, y en general
compensatoria, del Estado.
En una ‘economía de desarrollo’ la regulación es sistémica, pero es ejercida por el
sistema en su conjunto – la propia sociedad, objeto final del desarrollo – y no a
través de un subsistema autorregulador, como el mercado y ni por una instancia
tele reguladora, como el Estado.
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