Pobreza y desarrollo local
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se tiende a incluir en la esfera de la política (y en la esfera de la democracia) entes<br />
que no pueden habitar en ella, como, por ejemplo, relaciones sociales y<br />
económicas de igualdad y equidad. Pero la democracia, tal como percibió lo<br />
Hannah Arendt y no lo percibieron los defensores de una supuesta “democracia<br />
socialista”, solamente vale para iguales. Por esto los esclavos no podrían<br />
participar realmente en la democracia griega y el hecho de que esos no<br />
ciudadanos no pudieran participar en el Ágora no desacredita el concepto griego<br />
de democracia, antes bien lo afirma.<br />
El hecho de que sea justa la preocupación con la igualdad y de que consideremos,<br />
correctamente, como indeseable, una sociedad esclavista, nada tiene que ver con<br />
la democracia en sí misma y sí con otro imperativo ético: el de la universalización<br />
de la ciudadanía.<br />
Otra cosa son las consecuencias de la democracia – o del ejercicio de la política<br />
como “pazeamiento” – para lo que se consensuó denominar democratización de la<br />
sociedad, incluyéndose allí el sentido de inclusión universal de sus componentes<br />
en las decisiones colectivas, o sea, la denominada ciudadanía política. Pero<br />
relaciones sociales democráticas, así como democracia social y democracia<br />
económica, son conceptos deslizados. Democracia es, definitivamente, política. El<br />
tema es saber cómo la democracia (política) puede repercutir sobre la igualdad<br />
(social) o sobre el reparto igualitario de los recursos (económicos), lo que no es lo<br />
mismo que decir que solamente podrá existir “verdadera” democracia en la medida<br />
en que exista igualdad social y económica, como lo hacen, por ejemplo, las<br />
izquierdas.<br />
Por otro lado, en lo que se refiere a la inclusión en la ciudadanía política, aún en<br />
este caso, tal inclusión, después de los griegos y hasta la actualidad, siempre fue<br />
relativa y limitada, por ejemplo, al derecho de delegar y de hacerse representar, al<br />
derecho de voto, periódicamente, por el cual se renuncia al derecho de participar<br />
en cualquier momento, y en tiempo real, en las decisiones – cosa que, dicho sea<br />
de paso, no fue inventada por los griegos y que no puede ser juzgada como más<br />
democrática que los procedimientos que ellos inventaron, pudiendo sólo ser<br />
justificada en virtud de imposibilidades técnicas (por lo tanto, extra-políticas)<br />
cuando se alega que sociedades populosas no estarían en condiciones de adoptar<br />
mecanismos de democracia directa. Veremos más adelante que ésta no es la<br />
“verdadera razón”, ya que siempre existieron medios de volver cada vez más<br />
frecuentes, directos y participativos los procesos de decisión (incluso con<br />
tambores y señales de humo, para no hablar, en los últimos diez años, de la<br />
posibilidad de hacer esto en tiempo real usando recursos telemáticos). Además,<br />
parece haber aquí una imprecisión factual: las comunidades griegas en las que se<br />
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