Libro de Literatura Griega - departamento de griego
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2º Bachillerato <strong>Literatura</strong> <strong>Griega</strong> Curso 2011-2012<br />
Miguel Ángel Benjumea Pulido I.E.S. “Isidro <strong>de</strong> Arcenegui y Carmona”<br />
discurrió dos cosas: o, <strong>de</strong>snudando la aguda espada que llevaba junto al muslo, abrirse paso y matar al Atrida, o calmar su cólera<br />
y reprimir su furor. Mientras tales pensamientos revolvía en su mente y en su corazón y sacaba <strong>de</strong> la vaína la gran espada, vino<br />
Atenea <strong>de</strong>l cielo: envióla Hera, la diosa <strong>de</strong> los níveos brazos que amaba cordialmente a entrambos y por ellos se interesaba. Púsose<br />
<strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l Pélida y le tiró <strong>de</strong> la blonda cabellera, apareciéndose a él tan sólo; <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más ninguno la veía. Aquiles, sorprendido,<br />
volvióse y al instante conoció a Palas Atenea, cuyos ojos centelleaban <strong>de</strong> un modo terrible. Y hablando con ella, pronunció estas<br />
aladas palabras:<br />
Aquiles: ¿Por qué nuevamente, oh hija <strong>de</strong> Zeus que lleva la égida, has venido? ¿Acaso para presenciar el ultraje que me infiere<br />
Agamenón Atrida? Pues te diré lo que me figuro que va a ocurrir: por su insolencia per<strong>de</strong>rá pronto la vida.<br />
Díjole a su vez Atenea, la diosa <strong>de</strong> ojos <strong>de</strong> lechuza:<br />
Atenea: Vengo <strong>de</strong>l cielo para apaciguar tu cólera si obe<strong>de</strong>cieres; y me envía Hera, la diosa <strong>de</strong> los níveos brazos que os ama<br />
cordialmente a entrambos y por vosotros se interesa. Ea, cesa <strong>de</strong> disputar, no <strong>de</strong>senvaines la espada e injúriale <strong>de</strong> palabra como te<br />
parezca. Lo que voy a <strong>de</strong>cir se cumplirá: por este ultraje se te ofrecerán un día triples y espléndidos presentes. Domínate y<br />
obedécenos.<br />
Y contestándole, Aquiles, el <strong>de</strong> los pies ligeros, le dijo:<br />
Aquiles: Preciso es, oh diosa, hacer lo que mandáis, aunque el corazón esté muy irritado. Proce<strong>de</strong>r así es lo mejor. Quien a los<br />
dioses obe<strong>de</strong>ce, es por ellos muy atendido.<br />
Dijo; y puesta la robusta mano en el argénteo puño, envainó la enorme espada y no <strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>ció la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> Atenea. La diosa<br />
regresó al Olimpo, al palacio en que mora Zeus que lleva la égida, entre las <strong>de</strong>más <strong>de</strong>ida<strong>de</strong>s.<br />
B.- La violencia: Ilíada VI, 53b-65: Pero Agamenón, saliendo al encuentro corriendo y dando gritos, le dijo<br />
estas palabras: "¡Oh necio, oh Menelao! ¿Pero por qué tú te compa<strong>de</strong>ces así <strong>de</strong> los hombres? ¿Acaso a ti se te ha hecho lo mejor<br />
en tu casa <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> los Troyanos? De éstos ni uno evite la extrema muerte y nuestras manos, ni cualquiera que siendo varón en<br />
el vientre una madre lleve, ni ése escape, sino que a la vez todos en Troya perezcan sin honor y sin fama." Así diciendo el héroe<br />
cambió el pensar <strong>de</strong>l hermano aconsejándole cosas apropiadas. Y él <strong>de</strong> sí apartó con la mano al héroe Adrasto y a éste el gran<br />
Agamenón le hirió por la ijada. Éste se dobló y el Atrida con el talón pisándole en el pecho, le arrancó la lanza <strong>de</strong> fresno.<br />
C.- Sentimientos humanos: Ilíada XXIV, 475-514: El gran Príamo entró sin ser visto, acercóse a Aquiles,<br />
abrazóle las rodillas y besó aquellas manos terribles, homicidas, que habían dado muerte a tantos hijos suyos. Como quedan atónitos<br />
los que, hallándose en la casa <strong>de</strong> un rico, ven llegar a un hombre que, poseído <strong>de</strong> la cruel Ate, mató en su patria a otro varón y ha<br />
emigrado a país extraño, <strong>de</strong> igual modo asombróse Aquiles <strong>de</strong> ver al <strong>de</strong>iforme Príamo; y los <strong>de</strong>más se sorprendieron también y se<br />
miraron unos a otros. Y Príamo suplicó a Aquiles dirigiéndole estas palabras:<br />
Príamo: Acuérdate <strong>de</strong> tu padre, Aquiles, semejante a los dioses, que tiene la misma edad que yo y ha llegado al funesto<br />
umbral <strong>de</strong> la vejez. Quizás los vecinos circunstantes le oprimen y no hay quien le salve <strong>de</strong>l infortunio y <strong>de</strong> la ruina; pero al menos<br />
aquél, sabiendo que tú vives, se alegra en su corazón y espera <strong>de</strong> día en día que ha <strong>de</strong> ver a su hijo, llegado <strong>de</strong> Troya. Mas yo,<br />
<strong>de</strong>sdichadísimo, <strong>de</strong>spués que engendré hijos excelentes en la espaciosa Troya, puedo <strong>de</strong>cir que <strong>de</strong> ellos ninguno me queda.<br />
Cincuenta tenía cuando vinieron los aqueos: diez y nueve procedían <strong>de</strong> un solo vientre; los restantes diferentes mujeres los dieron<br />
a luz en el palacio. A los más el furibundo Ares les quebró las rodillas; y el que era único para mí, pues <strong>de</strong>fendía la ciudad y sus<br />
habitantes, a éste tú lo mataste poco ha, mientras combatía por la patria, a Héctor; por quien vengo ahora a las naves <strong>de</strong> los aqueos,<br />
a fin <strong>de</strong> redimirlo <strong>de</strong> ti y traigo un inmenso rescate. Pero respeta a los dioses, Aquiles, y apiádate <strong>de</strong> mí acordándote <strong>de</strong> tu padre;<br />
que yo soy todavía más digno <strong>de</strong> piedad, puesto que me atreví a lo que ningún otro mortal en la tierra: a llevar a mi boca la mano<br />
<strong>de</strong>l matador <strong>de</strong> mis hijos.<br />
Así habló. A Aquiles le vino el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> llorar por su padre y asiendo <strong>de</strong> la mano a Príamo, apartóle suavemente. Entregados<br />
uno y otro a los recuerdos, Príamo, caído a los pies <strong>de</strong> Aquiles, lloraba copiosamente por Héctor, matador <strong>de</strong> hombres; y Aquiles<br />
lloraba unas veces a su padre y otras a Patroclo; y el gemir <strong>de</strong> ambos se alzaba en la tienda.<br />
II.- La épica didáctica:<br />
1.- Mito <strong>de</strong> Prometeo y Pandora: Trabajos y días 42...105: Y es que oculto tienen los dioses el sustento a los hombres;<br />
pues <strong>de</strong> otro modo fácilmente trabajarías un solo día y tendrías para un año sin ocuparte en nada. Al punto podrías colocar el timón<br />
sobre el humo <strong>de</strong>l hogar y cesarían las faenas <strong>de</strong> los bueyes y <strong>de</strong> los sufridos mulos.<br />
Pero Zeus irritado en su corazón por las burlas <strong>de</strong> que le hizo objeto el astuto Prometeo, urdió lamentables inquietu<strong>de</strong>s para<br />
los hombres y ocultó el fuego. Mas he aquí que el buen hijo <strong>de</strong> Jápeto lo robó al provi<strong>de</strong>nte Zeus para bien <strong>de</strong> los hombres en el<br />
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