escreturas de la iglesia de jesucristo de los santos ultimos dias

Características Distintivas del Libro de Mormón
He aquí, os hablo como si hablara de entre los muertos; porque
sé que oiréis mis palabras.
No me condenéis por mi imperfección, ni a mi padre a causa de
la suya, ni a los que han escrito antes que él; más bien, dad
gracias a Dios, que os ha manifestado nuestras imperfecciones,
para que podáis aprended a ser más sabios de lo que nosotros
hemos sido.
Y he aquí, hemos escrito estos anales, según nuestro conocimiento,
en caracteres que entre nosotros se llaman egipcio
reformado; y han sido transmitidos, y los hemos alterado conforme
a nuestra manera de hablar.
Y si nuestras planchas hubiesen sido suficientemente amplias,
habríamos escrito en hebreo; pero también hemos alterado el
hebreo; y si hubiésemos escrito en hebreo, he aquí, no habríais
hallado imperfecciones en nuestros anales. (Mormón 9:30-33.)
(Véase también Éter 12:22-28 y 2 Nefi 33:1-4.)
El Libro de Mormón — como cualquier buen libro— adolece en
traducción. La lectura de obras de Goethe en inglés y de Shakespeare
en alemán es considerablemente fallida comparada a las obras en su
idioma original. Quizá José Smith fue muy literal al traducir el registro,
lo cual explica algo de torpeza y repetición en el mismo. Ya
que ni José Smith ni Oliverio Cowdery eran grandes literatos, el
Libro de Mormón refleja, por supuesto, algunas de las limitaciones
de su traductor y de su escribiente. Por otra parte, la sencillez y la
franqueza son méritos sumos en una obra cuyo propósito es conmover
los corazones de los hombres, más bien que impresionarlos con
su estilo retórico.
José desempeñó un papel muy real en la traducción del Libro
de Mormón, como es evidente en estas palabras a Oliverio Cowdery,
quien fracasó rotundamente en su intento, ya que aparentemente supuso
que el Señor se encargaba de toda la traducción.
He aquí, te digo, hijo mío, que a causa de no haber traducido
conforme lo que deseaste de mí, y has empezado de nuevo a
escribir por mi siervo José Smith, hijo, aun así quisiera yo
que continuases hasta concluir la historia que le he confiado a
él.
Y entonces, he aquí, te daré poder para ayudar a traducir
otros anales que tengo.
Ten paciencia, hijo mío, porque está en mi sabiduría, y no es
oportuno que traduzcas por ahora.
He aquí, el trabajo al cual has sido llamado es escribir por
mi siervo José.
Y, he aquí, a causa de no haber continuado como cuando principiaste
a traducir, te he quitado este privilegio.
No te quejes, hijo mío. porque me parece sabio tratarte de
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