escreturas de la iglesia de jesucristo de los santos ultimos dias

Capítulo 46
Un Estudio más Amplio de las Escrituras
Exactamente al iniciarse el siglo, Franklin L. West salió de
Utah para estudiar y graduarse en la universidad de Chicago. En esa
gran, ciudad no había aun una rama o estaca por ese tiempo, y su
oportunidad de trabajar en la iglesia era muy pequeña. Así que se fijó
la meta de estudiar los Libros Canónicos por sí mismo. No era misio
ñero ni maestro en ese tiempo; él simplemente leía las Escrituras
por lo que tuvieran que decirle.
Y le dijeron mucho. En ellas encontró fe y también adquirió gran
fuerza de carácter y un fuerte deseo de enseñar el evangelio a la juventud.
A medida que leía, marcaba los pasajes que tenían un significado
especial para él. Por más de medio siglo, Frank West conservó a la
mano esas mismas Escrituras con sus pasajes marcados. Ellas le
dieron cierto sentido, dirección y significado a su distinguida vida como
Maestro en la Escuela Dominical, Profesor, Administrador General
de las Escuelas de la Iglesia y como un buen padre, y amigo de la
juventud.
En 1888 un joven de dieciocho años partió de su pequeño pueblo
de Taylorsville en la parte sureste del valle de Lago Salado para
cumplir con una misión en Nueva Zelandia. La mayoría de su trabajo
se llevó a cabo entre los Maoris, con quienes compartió una vida
simple en condiciones primitivas. Una vez, estuvo viviendo durante
seis semanas en una pequeña choza mientras llovía incesantemente.
Los nativos le traían papas cocidas dos veces al día. Se encontraba
solamente con una lámpara dé petróleo y su Nuevo Testamento escrito
en Maori.
Leyó y volvió a leer, hasta que prácticamente había aprendido
de memoria esa escritura. Desde entonces, hasta su muerte acaecida
sesenta años después, Milton Bennion amó el Nuevo Testamento,
hizo de sus enseñanzas una parte muy real de su vida, y escribió un
libro sobre Las Enseñanzas Morales Del Nuevo Testamento.
La primera razón para leer las escrituras es ver lo que ellas
pueden hacer por usted (es). Tome un ejemplar de cualquiera de los
cuatro libros, leálo y permita que le hable. ¿Qué le dice acerca de
su vida? ¿De su prójimo? ¿Del mundo en que vive? ¿De su creador?
Use un bolígrafo de tinta verde o roja y marque los pasajes que desee
para leerlos inmediatamente otra vez.
Algunos de ellos son alimento para la meditación; otros le
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