Doris Dana y Gabriela Mistral <strong>en</strong> México <strong>en</strong> 1948 99
100 Obra <strong>en</strong> la que se recoge la correspond<strong>en</strong>cia s<strong>en</strong>tim<strong>en</strong>tal, erótica y romántica de Gabriela Mistral con su secretaria y amante, Doris Dana no se trata de un título s<strong>en</strong>saCionalista para <strong>en</strong>Cabezar un artículo <strong>en</strong> la España de hoy, pero <strong>en</strong> la pacata, católica y derechosa sociedad chil<strong>en</strong>a, <strong>en</strong> cambio, la reci<strong>en</strong>te publicación por editorial Lum<strong>en</strong> de Niña errante, la correspond<strong>en</strong>cia s<strong>en</strong>tim<strong>en</strong>tal, erótica y romántica de Gabriela Mistral con su jov<strong>en</strong> amante y secretaria, Doris Dana, ha causado gran revuelo y polémica, descubri<strong>en</strong>do la doble moral que <strong>en</strong>cubre «al amor que no osa decir su nombre» (Editorial Lum<strong>en</strong> de Barcelona la editará después del próximo verano). En efecto, Niña errante (como llamaba tiernam<strong>en</strong>te la escritora chil<strong>en</strong>a a Doris, neoyorkina, treinta años m<strong>en</strong>or, poeta y aficionada a los viajes) recoge las dosci<strong>en</strong>tas cincu<strong>en</strong>ta cartas que Gabriela Mistral le <strong>en</strong>vió durante casi una década <strong>en</strong> que compartieron proyectos, amor, viajes, casas y hoteles, sufrieron aus<strong>en</strong>cias, <strong>en</strong>fermedades, separaciones y una pasión int<strong>en</strong>sa: celos, obsesión, angustia, placeres y dolores, felicidad y tristeza. La publicación de esta correspond<strong>en</strong>cia cayó como una bomba <strong>en</strong> un país que ti<strong>en</strong>e la efigie de la poeta <strong>en</strong> los billetes de cinco mil pesos y donde el lesbianismo de su premio Nobel fem<strong>en</strong>ino era uno de los secretos mejor guardados, con suma hipocresía: se com<strong>en</strong>taba <strong>en</strong> voz baja, pero nadie osaba publicar una línea sobre el tema (no hay ninguna biografía fiable de la autora, y se espera, con expectativa, la que ha anunciado la norteamericana Elizabeth Holan). Los poemas y textos de Gabriela Mistral se le<strong>en</strong> <strong>en</strong> el colegio primario, su labor pedagógica ha sido reconocida públicam<strong>en</strong>te (no púbicam<strong>en</strong>te), se le rind<strong>en</strong> hom<strong>en</strong>ajes y se la recuerda <strong>en</strong> todos los actos, pero el sil<strong>en</strong>cio opaco y la ocultación custodiaban celosam<strong>en</strong>te su vida privada (no t<strong>en</strong>er vida privada es considerado normal, si se trata de una mujer). Por otra parte, Gabriela, consci<strong>en</strong>te de la homofobia de su país (compartida hasta por el presid<strong>en</strong>te All<strong>en</strong>de, médico, qui<strong>en</strong> consideraba esta opción sexual como una perversión clínica, una <strong>en</strong>fermedad) guardó también un precavido sil<strong>en</strong>cio, muy prud<strong>en</strong>te, hasta muchos años después de su muerte, ocurrida <strong>en</strong> Nueva York, <strong>en</strong> 1957, <strong>en</strong> brazos de su amada. En cambio, trató de vivir lejos de Chile la mayor parte del tiempo. Y si hoy se publican las cartas que le escribió a su gran amor, Doris Dana —su albacea y heredera, además—, es de suponer que sugirió que pasara un tiempo sufici<strong>en</strong>te como para que la revelación de su verdadera id<strong>en</strong>tidad sexual <strong>en</strong>contrara un ambi<strong>en</strong>te más favorable. Ambas supieron esperar. Gabriela, confiando pl<strong>en</strong>am<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Doris, y Doris, guardando una altiva fidelidad al legado; la sobrevivió cincu<strong>en</strong>ta años, y después de muerta —falleció <strong>en</strong> Naples, Florida, <strong>en</strong> el año 2006— legó los cuar<strong>en</strong>ta mil docum<strong>en</strong>tos inéditos que le confió Gabriela Mistral a su sobrina, Doris Atkinson, qui<strong>en</strong> acaba de <strong>en</strong>tregarlos a la Biblioteca Nacional de Chile. Este legado ha permitido publicar la correspond<strong>en</strong>cia. «Gabriela Mistral era lesbiana, ¿ahora qué hacemos?» tituló el semanario de mayor tiraje <strong>en</strong> Chile el largo artículo que dedicó a la aparición del libro Niña errante. Titular que refleja la situación embarazosa <strong>en</strong> que se si<strong>en</strong>te una sociedad que por un lado rinde culto a la única mujer que ha ganado el Premio Nobel (Neruda dejó sufici<strong>en</strong>tes pruebas acerca de su heterosexualidad) y por otro, disimula, oculta, niega cualquier prueba de su lesbianismo, que es pecado, perversión o vicio. (¿Recuerdan los