Descárgalas en PDF - Pensamientos Gráficos
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134<br />
Gómez de la Serna <strong>en</strong> el estudio<br />
radiofónico instalado <strong>en</strong> su casa<br />
Gómez de la Serna con la muñeca<br />
de tamaño natural<br />
Rincón del hogar de Gómez de<br />
la Serna<br />
46 Ramón Gómez de la Serna,<br />
op. cit., p. 245.<br />
47 Luisa Sofovich, La vida sin<br />
Ramón, ed. de Antonio B<strong>en</strong>eyto,<br />
Madrid, Libertarias, 1994, p. 52.<br />
48 Walter B<strong>en</strong>jamin, Libro de<br />
los pasajes, ed. de Rolf Tiedeman,<br />
Madrid, Akal, 2004, p. 44.<br />
49 Ramón Gómez de la Serna,<br />
op. cit., p. 561.<br />
50 Juan Ramón Jiménez,<br />
«Ramón Gómez de la Serna», <strong>en</strong><br />
Españoles de tres mundos, Bu<strong>en</strong>os<br />
Aires, Losada, 1942, p. 112.<br />
ci<strong>en</strong>te, lo que gritan las cosas»— y un retrato de su ord<strong>en</strong> vital siempre<br />
exagerado, nunca vulgar. Cabe decir que <strong>en</strong> la intimidad fue consecu<strong>en</strong>te<br />
con una de las greguerías: «El Japón vive <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>o bazar». Qué complicado<br />
distinguir al personaje oculto o semioculto <strong>en</strong> esa selva objetual, y no lo<br />
digo metafóricam<strong>en</strong>te pues <strong>en</strong> su primera visita a París se sintió confundido<br />
y dejó constancia de id<strong>en</strong>tificarse más con la pipa que con el hombre,<br />
con el letrero que con el alma, con el periódico que con el lector 46 .<br />
Gómez de la Serna quiso vivir <strong>en</strong> simbiosis con los objetos. Los convertía<br />
<strong>en</strong> elem<strong>en</strong>tos mágicos y extraía la más valiosa dim<strong>en</strong>sión que atesoraban:<br />
el yo. En comp<strong>en</strong>sación, abastecían de ideas y proyectos su desp<strong>en</strong>sa<br />
literaria. Digamos que el yo ramoniano revalorizaba el yo de las cosas y<br />
viceversa. Como los objetos eran anteriores al p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to, cada cachivache<br />
valía por una idea y un conjunto de ellos por una narración, de manera<br />
que el valor intrínseco individual se multiplicaba expon<strong>en</strong>cialm<strong>en</strong>te.<br />
En la fusión con los objetos el vanguardista autor de S<strong>en</strong>os se s<strong>en</strong>tía muy<br />
Ramón y algo m<strong>en</strong>os Gómez de la Serna.<br />
¿Coleccionismo? ¿Fetichismo? Ambas conductas acumuladoras se<br />
solapan cuando, además de otros factores, la personalidad del coleccionista<br />
es poderosa y los objetos, acumulados para paliar déficits afectivos,<br />
suplantan a las personas y funcionan como dispositivos estimulantes, <strong>en</strong>cubridores<br />
o protectores. Una pulsión muy próxima a Gómez de la Serna,<br />
evid<strong>en</strong>ciada al arrastrar consigo la colección <strong>en</strong> los sucesivos cambios de<br />
domicilio. Es revelador que <strong>en</strong> Automoribundia pase de puntillas por los<br />
<strong>en</strong>tresijos amorosos de su vida —las ideas sobre la mujer y sus relaciones<br />
ocupan una doc<strong>en</strong>a de páginas fr<strong>en</strong>te a las cerca de ses<strong>en</strong>ta pobladas por<br />
las cosas—, cuando s<strong>en</strong>tó a la muñeca <strong>en</strong> un rincón de privilegio, se hizo<br />
fotografiar con ella y la calificó de «mujer ideal» 47 . Sobre el coleccionista,<br />
según Walter B<strong>en</strong>jamin, «recae la tarea de Sísifo de poseer las cosas para<br />
quitarles su carácter mercantil» 48 , pero el fetichista carece de límites y no<br />
sopesa los contras para convivir con el objeto de su deseo. Valga como<br />
muestra lo ocurrido <strong>en</strong> diciembre de 2009 <strong>en</strong> la casa de subastas neoyorkina<br />
Bonhams. Un comprador se hizo con el mondadi<strong>en</strong>tes de oro y marfil<br />
de Charles Dick<strong>en</strong>s por nueve mil ci<strong>en</strong>to cincu<strong>en</strong>ta dólares, unos seis mil<br />
cuatroci<strong>en</strong>tos euros al cambio actual.<br />
Uno de los triunfos más sonados le llegó al instaurar un modelo de<br />
confer<strong>en</strong>cia que llamó confer<strong>en</strong>cia maleta. «Di confer<strong>en</strong>cias sobre el arte y<br />
la poesía, pero el éxito principal se debió a mi inv<strong>en</strong>ción de las confer<strong>en</strong>cias<br />
maleta, prestidigitación cándida alrededor de los objetos más diversos<br />
que sacaba de mi gran valija y que r<strong>en</strong>ovaba a cada nueva confer<strong>en</strong>cia» 49 .<br />
El propio autor nos pone <strong>en</strong> la pista para estimar estos espectáculos: pases<br />
de prestidigitación, por supuesto ing<strong>en</strong>ua, pues la magia nos devuelve<br />
a la infancia, al asombro inoc<strong>en</strong>te ante lo inexplicable. La maleta —«la<br />
rica pirita de su d<strong>en</strong>tro de maleta nebulosa» 50 — sustituía a la tradicional<br />
chistera y los objetos a los conejos; el abracadabra se pronunciaba con las<br />
ocurr<strong>en</strong>cias inv<strong>en</strong>tadas sobre la marcha.<br />
Famosa confer<strong>en</strong>cia maleta fue la dictada <strong>en</strong> el salón del hotel Ritz<br />
de Barcelona, <strong>en</strong> <strong>en</strong>ero de 1931, bajo el título de «Objetos escogidos». El<br />
confer<strong>en</strong>ciante se pres<strong>en</strong>tó ante el auditorio portando una baqueteada<br />
maleta de viaje de la que fue extray<strong>en</strong>do una diosa de múltiples brazos,<br />
una cabeza fr<strong>en</strong>ológica, un biberón, un almanaque perpetuo, la bola del