Descárgalas en PDF - Pensamientos Gráficos
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Arthur Rimbaud (dcha.) y su<br />
hermano Frédéric (h. 1861)<br />
Manuscrito de El barco ebrio<br />
57 Vic<strong>en</strong>te Huidobro, «Manifieste<br />
Manifestes», <strong>en</strong> Obra<br />
poética, coord. de Cedomil Goic,<br />
Madrid, ALLCA XX, 2003, p. 1321.<br />
58 Jules Huret, op. cit., p. 64.<br />
los objetos duerm<strong>en</strong> unos al lado de los otros». Y la segunda llave: la conviv<strong>en</strong>cia<br />
crea conexiones <strong>en</strong>tre los habitantes del paisaje. Veámoslo: «las<br />
cosas se oy<strong>en</strong> hablar y se asombran al oírse, / eran mudas de nacimi<strong>en</strong>to<br />
y ahora cantan y rí<strong>en</strong>». Leído <strong>en</strong> clave de creación poética, los objetos son<br />
las palabras <strong>en</strong>trecruzándose («ca<strong>en</strong> como letras, letras, letras»), estableci<strong>en</strong>do<br />
nexos de significado <strong>en</strong>tre ellas, modelando la estructura del texto<br />
a medida que son insufladas de s<strong>en</strong>tido por el tal<strong>en</strong>to creador del poeta,<br />
simbolizado <strong>en</strong> el vi<strong>en</strong>to («el vi<strong>en</strong>to profiere formas que respiran y giran»).<br />
Llevando el poema al terr<strong>en</strong>o de los objetos, los versos de cierre son elocu<strong>en</strong>tes:<br />
«los sueños de las cosas el hombre los sueña, / los sueños de<br />
los hombres el tiempo los pi<strong>en</strong>sa». Pero antes el poeta los ha imaginado y<br />
desde ese mom<strong>en</strong>to se materializan: «los objetos ca<strong>en</strong>, / están cay<strong>en</strong>do, /<br />
ca<strong>en</strong> desde mi fr<strong>en</strong>te que los pi<strong>en</strong>sa». Si Huidobro hubiera vivido los años<br />
sufici<strong>en</strong>tes para leer este poema habría concluido, a t<strong>en</strong>or de lo que dejó<br />
escrito <strong>en</strong> 1925, que Octavio Paz era un poeta, con mayúscula: «El poeta<br />
es aquel que sorpr<strong>en</strong>de la relación oculta que existe <strong>en</strong>tre las cosas más<br />
lejanas, los hilos ocultos que las un<strong>en</strong>» 57 . En el prólogo a su traducción de<br />
«Un coup de dés jamais n’abolira le hasard» para la ultraísta Cervantes,<br />
Cansinos Ass<strong>en</strong>s escribe <strong>en</strong> 1919 —primer año <strong>en</strong> el que dirige la revista—<br />
que el chil<strong>en</strong>o es discípulo directo de Mallarmé y, a t<strong>en</strong>or de la declaración<br />
sobre Paz, no cabe la m<strong>en</strong>or duda de que, al m<strong>en</strong>os, se había empapado<br />
la teoría del autor de Herodías. En la citada <strong>en</strong>cuesta de Huret, Mallarmé,<br />
a propósito del naturalismo, respondió que «las cosas exist<strong>en</strong>, no t<strong>en</strong>emos<br />
que inv<strong>en</strong>tarlas; sólo compr<strong>en</strong>der las relaciones <strong>en</strong>tre ellas porque los hilos<br />
de esas relaciones originan los versos» 58 .<br />
Por último, el caso m<strong>en</strong>os frecu<strong>en</strong>te pero más atractivo de los tres<br />
m<strong>en</strong>cionados: los objetos animados dotados de yo propio que se expresan<br />
por sí mismos. Ilustre anteced<strong>en</strong>te es «La pipa», incluido <strong>en</strong> Las flores del<br />
mal, cuyo primer verso «Soy la pipa de un artista», delimita el nivel de<br />
refer<strong>en</strong>cia del hablante, que no es otro que el objeto, provisto de rasgos<br />
físicos (cara) y s<strong>en</strong>tidos (mirada, además de habla) y de facultades balsámicas<br />
para el fumador. Se diría confid<strong>en</strong>te y confesor de su dueño.<br />
Baudelaire marcó una derrota por la que muy pocos se atrevieron a <strong>en</strong>filar<br />
la proa. Entre ellos un jov<strong>en</strong>císimo Rimbaud que <strong>en</strong> 1871, a punto de<br />
cumplir los diecisiete, compuso «El barco ebrio», dislocado y maravilloso<br />
viaje <strong>en</strong> el que la prontitud con la que los versos seduc<strong>en</strong> realza la maestría<br />
descriptiva de este buque fantasma que navega eternam<strong>en</strong>te. A pesar<br />
de la aparatosidad plástica no hace falta más voz que la suya para creernos<br />
lo que cu<strong>en</strong>ta, ni recordar el epíteto del título para saber que estamos ante<br />
una situación insólita. El «cuando yo» inicial recuerda el comi<strong>en</strong>zo del poema<br />
de Baudelaire y despeja la bruma de duda: el barco-objeto relata sus<br />
av<strong>en</strong>turas con total indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia.<br />
Algunos de los textos temporalm<strong>en</strong>te más cercanos <strong>en</strong> nuestra literatura<br />
son «Égloga de los dos rascacielos» (1984) de Luis García Montero y dos<br />
poemas de Aurora Luque «Manual del farero» y «Mudanza I» (Carpe noctem,<br />
1994). Los rascacielos que confiesan sus p<strong>en</strong>as de amor con melancolía,<br />
parec<strong>en</strong> levantar sus moles no sólo <strong>en</strong> Nueva York sino <strong>en</strong> cualquier<br />
ciudad que t<strong>en</strong>ga a la luna por testigo. Son voyeurs al acecho de la misma<br />
mujer. El primer edificio sigue deseoso los pasos de la chica, que trabaja<br />
<strong>en</strong> el bar de la planta baja; el otro, la mira desnudarse <strong>en</strong> la última planta,<br />
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