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Inocencio XI. con Luis XIV, estuvieron mas bien
a las órdenes del Rei q las del Papa; haciendo
ver que cuando esth or medio las leyes del
Estado, primen, son itos del Gobierno que
del Papa.
Estos dos hechos bien conocidos en la historia,
son de mucha magnitud, por las criticas circuns-
tancias en que ocurrieron. Nada inénos que en
disensiones de los Reyes con los Papas. Otros
muchos podriamos citar, pero estos dos bastan para
probar cuan falso es lo que se dice, qde para 10s
Jesuitas no hai mas patria, ni mas soberanía que
la de Roma: que los intereses de los Estados donde
se hallan, son para ellos indiferentes y estraños.
Pasemos ahora a las autoridades; porque si la obe-
diencia de los Jesuitas es tal como la pinta el Sr.
Arboleda sus resultados habrán sido pésimos en la
sociedad en el espacio de mas de dos siglos que
tuvieron á su cargo la educacion de la juventud, y
siendo así no habrá hombre sensato que haya deplo-
rado la estincion de la Compañía de Jesus como
un mal para la educacion pública, y su restableci-
miento como un bien.
Mr. Kern luterano, y profesor de la Universidad
de Gotingue en su obra contra el Dr. Tyscherms
publicada el a50 &e 1814 en Ofembach, dice ha-
blando del restablecimiento de los Jesuitas. El
restablecimiento de esta Orden lejos de causar
inquietudes y descmtento 15 10s hombres de bien (esta
distincion es oportuna) y amigos de la tranquilidad
pública, deber6 por el contrario. llenarlos de satis-
faccion considerando su nuevo aparecimiento en
medio de la socieclsd europea, como el mas feliz
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