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Tamalameque Historia y leyenda

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<strong>Tamalameque</strong> <strong>Historia</strong> y <strong>leyenda</strong> Diógenes Armando Pino Ávila<br />

UNA ZANJA PARA EL ALCALDE<br />

Desde Santa Marta nos mandaban facturados los alcaldes, quienes por lo regular<br />

no conocían al pueblo ni sus necesidades, la mayoría eran banqueños. Algunos<br />

fueron buenos administradores, pero otros venían con una ignorancia supina<br />

rayana en la estupidez.<br />

Por esos días había uno, cuyo nombre no menciono por razones obvias. El pobre<br />

tenía seis meses de estar calentando silla y cobrando nómina, sin hacer nada,<br />

absolutamente nada que beneficiase al pueblo. El Honorable Concejo Municipal<br />

estaba en sesiones ordinarias y en la de esa noche se debatía una serie de<br />

proyectos de importancia para la comunidad. La discusión era agitada, las barras<br />

aplaudían y rechiflaban de acuerdo a las palabras de los ponentes. Todos los<br />

concejales participaban aguadamente, la discusión era acalorada. Tomas Gómez<br />

era el único concejal que no participaba. Este estaba silencioso y pensativo —<br />

pensaba en la inoperancia del alcalde, elucubraba la manera de tocar el punto, sin<br />

que la mayoría de concejales, que eran de la corriente del alcalde, se opusieran—,<br />

Tomando la palabra —dijo de pronto Tomas— por favor Señor presidente,<br />

concédame el uso de la palabra".<br />

El Presidente de la corporación se la concedió. Él, Poniéndose de pie, luego de<br />

aclararse la garganta, muy clara y pausadamente comenzó diciendo:<br />

—"Propongo a los honorables Concejales aquí reunidos en este recinto, a que en<br />

beneficio de los electores y del pueblo en general, aprueben la apertura de una<br />

zanja de un metro de profundidad y medio metro de ancho, que cruce la calle en<br />

diagonal, desde la esquina de Don Eloy Mejía hasta la esquina de las monjas".<br />

Pronunciadas estas palabras tomó asiento y volvió a quedar sumido en su<br />

mutismo del comienzo.<br />

Los concejales y la barra quedaron en suspenso ante la extraña proposición<br />

lanzada. Leovigildo Muñoz, concejal de la contraparte, viendo la oportunidad de<br />

ridiculizar a Tomas, se levanta y pidiendo la palabra a la presidencia dice: —<br />

"Parece, honorables concejales, que el respetable edil Don Tomas Gómez, esta<br />

noche vino de guasa y pretende tomarnos el pelo, con tan absurda propuesta. Por<br />

lo cual y debiéndole respeto a ésta honorable corporación, exijo al honorable<br />

concejal Gómez, aclare o retire su proposición, ya que la dejó inconclusa".<br />

Tomas Gómez, como despertando de un sueño, se palmea la frente y<br />

levantándose de la silla dice:<br />

—"Perdón, honorable concejal Muñoz, tiene usted toda la razón. Se me olvidaba<br />

concluir. Esa zanja, la debe autorizar el honorable concejo municipal, para que sea<br />

abierta mañana por la policía, para que se interrumpa el tráfico y a ver si el<br />

inoperante copartidario suyo, que tenemos, en mala hora, como alcalde, se inmuta<br />

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