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El sueño - Dirección General de Bibliotecas

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[14 <strong>de</strong>febrero <strong>de</strong> 1993}<br />

SERGIO GONZÁLEZ EZ<br />

... esa borrosa patria <strong>de</strong> los muertos ...<br />

Octavio Paz<br />

Aquella noche me vi en un templo, estaba <strong>de</strong> visita<br />

en un pueblo <strong>de</strong>l sur. Había allí un hermoso<br />

retablo barroco, la incuria y el polvo se amalgamaban<br />

con el oro. Olía a ruina. Me acompañaba<br />

una mujer ignota, una bruma con voz. <strong>El</strong>la me<br />

cuenta que en el templo suele aparecerse una<br />

muerta, una muchacha que vaga sin reposo <strong>de</strong> su<br />

alma. Muestro incredulidad; <strong>de</strong> pronto, rueda una<br />

moneda en el piso y la atmósfera <strong>de</strong>l templo se<br />

vuelve sutil: un aliento <strong>de</strong> convencimiento me inva<strong>de</strong>.<br />

Del <strong>de</strong>splante escéptico paso a la certidumbre:<br />

la historia <strong>de</strong> la muerta carece <strong>de</strong> superchería<br />

alguna. Me aproximo al altar y, ante mis ojos,<br />

como un brote <strong>de</strong>l retablo, distingo una figura,<br />

primero tenue, casi transparente; luego corpórea.<br />

Es una muchacha muy joven, quizá <strong>de</strong> quince o<br />

dieciséis años. Viste <strong>de</strong> negro, su silueta es grácil,<br />

hermoso el rostro. La mirada y las cejas se muestran<br />

fuertes, amplias; el ánimo, ligero. Me <strong>de</strong>sconcierto,<br />

y un roce <strong>de</strong> pánico me inva<strong>de</strong>. <strong>El</strong>la me<br />

aquieta. Traduce un aura <strong>de</strong> dulzura y <strong>de</strong>sesperación.<br />

Insiste en que me acerque, la mujer que me<br />

acompaña me alecciona al oído: un ser <strong>de</strong>sdichado<br />

necesita que otro le dé confianza para po<strong>de</strong>r<br />

reposar al fin. Insiste en que le tome las manos. <strong>El</strong><br />

temor vuelve: recuerdo que alguna vez leí que<br />

jamás se <strong>de</strong>be tener miedo <strong>de</strong> los muertos, sino<br />

hablar con ellos. Domino el pavor y le hablo<br />

como si estuviera viva, simpatizamos y le tomo<br />

las manos. La muchacha sonríe y, juguetona, me<br />

jala: me pi<strong>de</strong> que la acompañe. Le respondo que<br />

me resulta imposible; no <strong>de</strong>be preocuparse,<br />

ahora estará bien. Se niega a soltar mis manos,<br />

me jala <strong>de</strong> nuevo. Su belleza, su candor, convierten<br />

el ruego en algo conmovedor. Le repito que<br />

ué le cuento,<br />

.... - -/ doctor,<br />

-""';ue anoche en el hotel<br />

estuve clasificando mis <strong>sueño</strong>s<br />

y no tuve alfileres para tantas mariposas,<br />

y ésas, claro está, se fueron.<br />

Carlos Pellicer, "Hondo canto <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto"<br />

13<br />

no puedo ir con ella. Le narro la historia que me<br />

han contado: ahora ella estará bien, pues alguien<br />

vivo yo le ha tomado las manos para darle<br />

paz. Ríe y vuelve a jalarme; su actitud me angustia.<br />

Mi acompañante se ha <strong>de</strong>svanecido en el aire.<br />

La muchacha se vuelve implacable, pasa su lengua<br />

sobre los labios brilla su saliva y jala mis<br />

manos hasta que su fuerza me rebasa. Estoy consciente<br />

<strong>de</strong>l riesgo, y pienso en mis muertos familiares<br />

que me guían y protegen: mi madre, mis<br />

hermanos Marcos y Carlos, que murieron niños.<br />

La muchacha me aferra; yo forcejeo y me rehúso.<br />

En ese momento, <strong>de</strong>spierto en mi cama: es <strong>de</strong><br />

mañana, estoy ja<strong>de</strong>ante, bocarriba ante un rayo<br />

<strong>de</strong> sol; mis brazos, unidos por encima <strong>de</strong> la cabeza,<br />

son un solo puño en rezo. Reflejan mi esfuerzo<br />

supremo por librarme <strong>de</strong> la muchacha. Me<br />

punza un enigma dual: ¿<strong>de</strong>scansará ya en paz la<br />

muerta bella? ¿Descansaré yo en paz <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

su acto piedad que me hace sentir vivo?<br />

Jeon Delville, Retrata <strong>de</strong> la Sra. Sluart Merrilf, 1892<br />

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