El sueño - Dirección General de Bibliotecas

Lo recuerdan al menos dos escritores
contemporáneos suyos (Luciano
y Galeno) y la Suda: "Arte midoro,
de Daldis (ciudad de Lidia era
Daldis), filósofo. Escribió Onirocrítica
en 4 [sic] libros, y Adivinación y
Quiromancia". El término filósofo
conserva aquí su sentido antiguo, su
sentido prístino de "amigo de la sabiduría",
no es el "filósofo" como lo
entendemos actualmente. De esas
tres obras mencionadas por la Suda
se ha conservado únicamente la primera.
Me basta con citar dos de los
manuscritos que la han hecho llegar
hasta nosotros. El Laurenziano del
siglo XI fue comprado, junto con
otros, por Yános Láskaris en Jandaka,
en Creta (1491-92), por cuenta
de Lorenzo de Médicis. Y el Marciano
del siglo XV, con la firma: "Mijaílos,
Apóstol de Bizancio, después
de la caída de su patria, viviendo en
la miseria, transcribe después de
muchos otros, este libro en Creta".
Se trata de prófugos perseguidos
que, viviendo en la miseria, hacían
de copistas. Me viene a la mente
aquel otro, Nícandros Núkios, a
quien se deben los Destierros:
"Transcrito por Andrónicos Núkios,
Corfiota, que después del incendio
y del saqueo de su patria por los infieles,
viviendo en Enetíisi y conviviendo
con la miseria ... ".
El libro de Artemidoro recibió el
bautizo de la imprenta de Aldo: Venecia,
1518. En 1542 se traducía al
italiano, por primera vez a una lengua
viva: "Di greco in volgare lradotto
per Pielro Lauro Modonese ",
se lee en el título. Me gusta ese "in
volgare "; no porque me recuerde el
ejemplo de Dante, sino porque todo
el mundo tiene necesidad de hacerse
explicar los sueños, no únio.mente
los doctos.
Desde el tiempo de Aldo, el texto
griego ha visto otras cuatro ediciones;
la última es de 1963. Las traducciones
se multiplicaron: al francés,
1546; al inglés, 1563; al alemán,
1597. A éstas habría que añadir una
traducción hecha al árabe en el siglo
IX.
Ofrezco estos datos "filológicos" ,
con toda la brevedad posible. Me
parece, sin embargo, extremadamente
interesante que al menos
dos de los espíritus más insignes
del siglo XVI deben haber leído el
texto griego de Artemidoro: Rabelais
y Doménico Theotokópoulos.
En lo que se refiere al primero,
puede recordarse la oniromancia de
Pantagruel: "Voslre femme ... a aultruy
se abandonnera el vous fera
coqu. Cestuy poinct est apertement
ex posé par Artemidorus" (libro I1I ,
.... Giovonni Battista Lusieri, Monumento de Fi/ópapo, 1800
cap. 14). Esto es una reminIscencia
de Artemidoro, 11 , 12: " ... su mujer le
engañaría y le pondría los cuernos,
según suele decirse". En lo que se
refiere al segundo, sabemos que en
el registro de los libros en lengua
griega del gran pintor (que se llevó
a cabo cinco días después de su
muerte) se cita explícitamente a Artemidoro.
La verdad es que no se
especifica de cuál de los tres Artemidoros
que conocemos se trata.
Me parece, sin embargo, que el
autor de la Interpretación de los
sueños va más de acuerdo con la
biblioteca del hombre que creó "El
sueño de Felipe Il " que con un
soso gramático o un insignificante
geógrafo.
3
He llamado a Artemidoro una figura
fugitiva: las únicas noticias que
tenemos a propósito de su personalidad
se reducen a cuanto relata él
mismo y a lo que podamos recabar
a partir de las explicaciones que da
de los sueños que cita.
Nació en Éfeso, pero se consideró
hijo adoptivo de Daldis: "No te
extrañes por su título, ya que en él
figura que ha sido escrito por Artemidoro
de Daldis y no de Éfeso"
(l1I, 66), escribe a Casio Máximo, a
quien con loas hiperbólicas están
dedicados los tres primeros libros
de su Interpretación de los sueños.
y añade: Daldis es mi patria "por
línea materna" y le debo el "haberme
criado". Y en otro lado, cuando
piensa en Apolo Daldeo, "a quien
nosotros llamamos Mystes de acuerdo
con la denominación local" (JI,
70): es el dios de la profecía que lo
empujó a escribir sus oniromancias.
A estas poquísimas noticias
añade que "por considerar de
mucha importancia este particular"
no dejó libro de interpretación de
los sueños sin leer y que "me he
tratado con ellos [los adivinos] por
espacio de muchos años en las ciudades
y en las fiestas públicas de
Grecia, y también en Asia, en Italia
y en las islas más grandes y populosas,
deteniéndome a escuchar antiguas
suenas - y sus consecuenCIas.
.
En realidad, no era posible ejercitarse
de otro modo en estas cuestiones"
O, proemio; véase también
V, proemio).
Artemidoro es, pues, un intérprete
profesio nal de los sueños. Cita
los sueños y sus explicaciones
según los ha oído, sin riinguna ambición
de ser original, por fortuna.
Es un hombre que siempre se preocupa
por aprender de la experien-
Bihlioteca de México
S
.;'
aon
íbamos a decir "Buenos días",
pero nos detuvimos. En esta Biblioteca,
como en cualquier oficina
urbana, pasado el mediodía,
bien que sean apenas las doce y
un minuto, ya no es posible dar
los buenos días, porque de inmediato
el así saludado corregirá:
" ... Tardes" o "Serán buenas tardes",
u otra réplica por el estilo.
En vano tratamos entre dientes de
objetar que la tarde es parte del
día. ¡ Nada! Los protocolos son
los protocolos.
Por ejemplo, hay que permitirle
descansar a nuestro roepónimo.
Anda malhumorado desde
que la empresa Walt Disney se
involucró imperialista en la TV. Y
se comprende: nunca pudo tragar
a Mickey Mouse, a quien
tilda de perversión maligna del
arquetipo ratonístico. De otro
lado, pese a su nueva expresión
prudente, reconoce los bemoles
de la situación actual; y teme off
the record que el pueblo mexicano,
más que caer en la desesperación,
se pasme como doña Rosita
la soltera, que acabó teniendo
la esperanza muerta.
*
Aunque el postprofético Fidel Velázquez
ha dispuesto que a los
trabajadores (y quién no lo es)
no les queda de otra que ser optimistas.
Cierto, cada palabra de
nuestro cuasi centenario líder
amenaza con ser la última. No
por ello parece menos llena de
confusa elocuencia.
¡Vaya!, exclama el pesimista,
los investigadores alemanes colocan
a México entre las diez naciones
más corruptas del mundo.
Siquiera, replica el optimista, no
ocupa el primer lugar.
*
Antonio Alatorre no es sólo el ensayista
erudito y absolutamente
legible, el crítico sagaz de temas
fundamentales, el editor minucioso
de joyas olvidadas (como los
Enigmas de Sor Juana, y la Sor
Juana, de Nervo); también es
una fuente de pertinencia bibliográfica,
y gracias a ella logramos
adquirir, y estamos leyendo, The
Oldest Dead White European
Ma/es/ ond Other Reflexions on
the C/ossics, de Bernard Knox.
Con humanistas así (lo decimos