El sueño - Dirección General de Bibliotecas

Más tarde. Es de mañana. Recibo una llamada
telefó nica de J.P. Me pregunta si estoy interesado
en un lote de libros que é l no quiere, debido a
que la mancha negra del do rso afea su biblioteca.
Le respondo que ya los vi y que pienso comprarlos.
Entonces se re tracta y me a nuncia que, a
pesar de esa mancha, los va a adquirir. Me pongo
extremadamente enojado. ¿Para qué me los propone
si va a cambiar d e opinió n un mo mento
después?
Núm. 114
Abril de 1972
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El rompecabezas
Acompañado por un personaje mal identificado
(tal vez es mi tía) visito una especie de establecimiento
colonial. Al fondo de una de las salas, lle-
Foto de Anne T eslvl
Biblioteca de México
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gamos frente a un gigantesco rompecabezas colocado
sobre una mesa ligeramente inclinada. De
lejos tiene uno la impresió n de que, en el centro,
hay un rompecabezas casi terminado representa
un cuadro del Renacimiento, con colores muy
brillantes y muy lu strosos y, alrede do r, otros
objetos. Al acercarse se ve que, de hecho, todo es
rompecabezas: el mismo ro mpecabezas (el cuadro)
no es más que un fragmento de un rompecabezas
más grande , inconcluso por ser interminable,
pues su particularidad es que está compuesto
por volúmenes (a grosso modo, cubos; más exactame
nte, poliedros irregulares) cuyas caras se
pueden combinar libremente : todas las caras de
un cubo A pueden combinarse con todas las caras
de un cubo B, y no sola me nte de dos en dos
como en los juegos (de cubos) infantiles. Existen,
pues, si no una infinidad, al me nos un número
extremadamente elevado de combinaciones posibles.
El cuadro no es más que una de ellas, los