el principe y el mendigo - Educando
el principe y el mendigo - Educando
el principe y el mendigo - Educando
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
MARK TWAIN EL PRÍNCIPE Y EL MENDIGO<br />
© Pehuén Editores, 2001<br />
EL PROBLEMA DEL SELLO<br />
ALAS CINCO DE LA TARDE SE DESPERTÓ ENRIQUE VIII de su<br />
intranquila siesta y murmuró entre dientes: «¡Qué<br />
desagradables pesadillas, qué pesadillas! Mi fin está<br />
próximo; así me lo anuncian esas advertencias y lo confirma mi<br />
débil corazón». Brilló en su mirada una luz siniestra, y dijo por lo<br />
bajo: «Pero no moriré sin que él vaya por d<strong>el</strong>ante».<br />
Sus acompañantes se dieron cuenta de que estaba despierto,<br />
y uno de <strong>el</strong>los le preguntó qué deseaba que se dijera al lord<br />
canciller que esperaba afuera,<br />
–¡Que pase! Exclamó <strong>el</strong> rey.<br />
Entró <strong>el</strong> lord canciller y se arrodilló junto al lecho d<strong>el</strong> rey,<br />
diciendo:<br />
–He dado la orden. Los pares d<strong>el</strong> reino, obedeciendo <strong>el</strong><br />
mandato d<strong>el</strong> rey, se encuentran ahora en la barra d<strong>el</strong> Parlamento,<br />
donde, después de confirmar la condena d<strong>el</strong> duque de Norfolk,<br />
esperan humildemente saber cuáles son los deseos de Su Majestad<br />
en <strong>el</strong> asunto.<br />
La cara d<strong>el</strong> rey se iluminó de una alegría feroz, y dijo:<br />
–¡Levántenme! Iré en persona al Parlamento y pondré por<br />
mi propia mano <strong>el</strong> s<strong>el</strong>lo sobre <strong>el</strong> mandamiento que me librará<br />
de...<br />
) 23 (<br />
Se le cortó la voz, una palidez cadavérica barrió los vivos<br />
colores de sus mejillas; sus acompañantes lo volvieron a colocar<br />
cómodamente sobre sus almohadas, y le suministraron a toda<br />
prisa medicamentos. Poco después dijo con acento dolorido:<br />
–¡Cuánto he esperado esta hora! ¡Y ahora me llega demasiado<br />
tarde! Pero, de prisa, de prisa y que cumplan otros este trámite.<br />
Que lleve mi s<strong>el</strong>lo una comisión, <strong>el</strong>ijan los que han de<br />
componerla. ¡De prisa hombre! Antes que <strong>el</strong> sol se levante y se<br />
ponga otra vez, quiero ver su cabeza.<br />
Todo se hará según la orden d<strong>el</strong> rey. ¿Quiere su Majestad<br />
ordenar que me entregue <strong>el</strong> s<strong>el</strong>lo, para cumplir mi tarea?<br />
–¿El s<strong>el</strong>lo? ¿Y quién sino tú lo guardas?<br />
Majestad, recuerda que me lo pediste hace dos días, diciendo<br />
que no querías que se empleara en nada, hasta que tú lo emplearas<br />
en <strong>el</strong> cúmplase de la sentencia al duque de Norfolk.<br />
Tienes razón... Ahora lo recuerdo... ¿Qué hice yo con él?...<br />
La memoria me falla... Estos últimos días me ha traicionado con<br />
mucha frecuencia la memoria... ¿Qué extraño es esto, qué extraño!<br />
Lord Herbert se arriesgó a arrodillarse, y dio los siguientes<br />
informes:<br />
–Señor, te recuerdo que entregaste <strong>el</strong> gran s<strong>el</strong>lo a Su Alteza<br />
<strong>el</strong> príncipe de Gales, para que lo guardara hasta <strong>el</strong> día que...<br />
–¡Exacto, exactísimo! –interrumpió, <strong>el</strong> rey ¡Traíganlo!<br />
Lord Hertford voló a donde estaba Tomás, pero no tardó en<br />
regresar ante <strong>el</strong> rey, turbado y con las manos vacías, expresándose<br />
de este modo:<br />
Me du<strong>el</strong>e, señor, traerte noticias tan poco gratas pero <strong>el</strong><br />
príncipe no logra acordarse de haber recibido <strong>el</strong> s<strong>el</strong>lo de tus<br />
manos. Por eso vine rápidamente a informarte.<br />
Un gemido d<strong>el</strong> rey interrumpió a lord Hertford al llegar a ese<br />
punto. Al cabo de un rato, Su Majestad dijo con tono de profunda<br />
tristeza:<br />
–No molesten más al pobre muchacho.