el principe y el mendigo - Educando
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MARK TWAIN EL PRÍNCIPE Y EL MENDIGO<br />
añadiduras. Sabía también que, ya muy entrada la noche, su<br />
hambrienta madre se acercaría para darle a escondidas alguna<br />
sobra o un trozo de pan duro que había logrado guardarle, pasando<br />
<strong>el</strong>la necesidad. Algunas veces su marido la sorprendía en esa<br />
especie de traición y le daba una paliza.<br />
Sí, la vida de Tomás se deslizaba bastante bien, sobre todo<br />
en <strong>el</strong> verano. Mendigaba nada más que lo justo para salir d<strong>el</strong><br />
paso, porque las leyes contra le mendicidad eran rigurosas, y los<br />
castigos severos. Se pasaba una buena parte d<strong>el</strong> tiempo<br />
escuchando los cuentos y leyendas que le contaba <strong>el</strong> padre Andrés<br />
sobre gigantes y hadas, enanos y genios, castillos encantados,<br />
reyes y príncipes. Llegó a tener la cabeza llena de aqu<strong>el</strong>las<br />
maravillas, y más de una noche, hallándose tendido en la<br />
oscuridad sobre su montón de paja, escaso y maloliente, cansado,<br />
hambriento y dolorido de los azotes, daba rienda su<strong>el</strong>ta a su<br />
imaginación y no tardaba en olvidar sus dolores y sufrimientos<br />
imaginándose la vida de un príncipe mimado en su palacio real.<br />
Así empezó a perseguirlo día y noche un solo deseo, <strong>el</strong> de ver<br />
con sus propios ojos a un príncipe auténtico. Hablo de ese deseo<br />
a algunos amigos d<strong>el</strong> Callejón de las Piltrafas, pero <strong>el</strong>los se<br />
echaron a reír y se mofaron de él de tal manera, que no volvió a<br />
hablarles de sus sueños.<br />
Con frecuencia se ponía a leer los viejos libros d<strong>el</strong> sacerdote,<br />
haciendo que él se los explicara. Poco a poco, sus ensueños y<br />
lecturas produjeron en Tomás ciertos cambios. Los personajes<br />
imaginados eran tan <strong>el</strong>egantes, que empezó a lamentar lo<br />
desaseado de sus ropas y la suciedad de su persona, deseando<br />
verse limpio y mejor vestido. A pesar de lo cual, siguió jugando<br />
entre <strong>el</strong> fango y disfrutando con esos juegos, pero en lugar de<br />
chapotear por <strong>el</strong> Támesis únicamente por lo divertido que era,<br />
empezó a encontrar al río un nuevo valor en <strong>el</strong> hecho de que le<br />
proporcionaba la ocasión de lavarse y de limpiarse.<br />
Tomás encontraba siempre algún entretenimiento alrededor<br />
© Pehuén Editores, 2001<br />
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de Maypole, en Cheapside, y en las ferias. Como todos en<br />
Londres, tenía de cuando en cuando oportunidad de contemplar<br />
un... desfile militar siempre que era conducido como prisionero<br />
a la Torre, por tierra o por lancha, algún personaje famoso e<br />
infortunado. También vio cuando quemaron en la hoguera, a la<br />
pobre Ana Askew* y a tres hombres, y oyó, aunque sin que lograra<br />
interesarle, <strong>el</strong> sermón que les predicaba un obispo. Se puede decir<br />
que la vida de Tomás era variada y agradable.<br />
Las lecturas y los ensueños de Tomás acerca de la vida<br />
<strong>principe</strong>sca produjeron en él tal efecto que empezó<br />
inconscientemente a actuar como príncipe. Adoptó palabras y<br />
maneras curiosamente ceremoniosas y cortesanas, que<br />
provocaron en sus amigos admiración y diversión. Pero la<br />
influencia de Tomás entre aqu<strong>el</strong>los muchachos fue creciendo de<br />
día en día y llegaron a mirarlo con una especie de asombro<br />
acobardado, como si fuera un ser superior. ¡Cuánto sabía Tomás!,<br />
¡Qué int<strong>el</strong>igente y profundo era! Los muchachos contaban a sus<br />
mayores las palabras y las hazañas de Tomás, y éstos, a su vez,<br />
empezaron a discutir las cosas de Tomás Canty, mirándolo como<br />
a un niño extraordinario. Las personas mayores le planteaban<br />
sus problemas para que él les diera la solución, y a veces quedaban<br />
asombrados de su ingenio y sabiduría. Así Tomás llegó a ser un<br />
héroe para todos menos para su propia familia, que no veía nada<br />
especial en él.<br />
Poco después, y de una manera silenciosa, organizó Tomás<br />
una especie de corte real. El era <strong>el</strong> Príncipe, y sus mejores<br />
camaradas eran los guardias, chamb<strong>el</strong>anes, lores, damas de<br />
compañía y miembros de la familia real. El príncipe imaginario<br />
era recibido todos los días con un ceremonial complicado que<br />
Tomás había sacado de sus lecturas. Se discutían a diario en <strong>el</strong><br />
imaginario Consejo de la corona los grandes negocios d<strong>el</strong> supuesto<br />
reino y, diariamente, <strong>el</strong> supuesto príncipe dictaba órdenes a sus<br />
imaginarios ejércitos, escuadras y capitanes generales.