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el principe y el mendigo - Educando

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MARK TWAIN EL PRÍNCIPE Y EL MENDIGO<br />

con <strong>el</strong> debido ceremonial por <strong>el</strong> lord alcalde y los principales de<br />

la ciudad, que ostentaban cadenas de oro y togas escarlata, y<br />

fueron conducidos bajo un rico pab<strong>el</strong>lón situado en lo alto d<strong>el</strong><br />

gran salón, precedidos por heraldos, que abrían paso, y por la<br />

maza y la espada de la ciudad. Los lores y damas que habían de<br />

asistir a Tomás y a sus dos amigas se situaron detrás de sus<br />

señores.<br />

En una mesa más baja tomaron asiento los grandes de la<br />

corte con otros huéspedes de noble condición, y los magnates<br />

de la ciudad. Los plebeyos ocuparon una multitud de mesas en<br />

<strong>el</strong> piso principal d<strong>el</strong> vestíbulo. Desde su <strong>el</strong>evado puesto, los<br />

gigantes Gog y Magog, antiguos guardianes de la City,<br />

contemplaban <strong>el</strong> espectáculo que debajo de <strong>el</strong>los se desarrollaba<br />

con ojos acostumbrados desde hacía muchas generaciones.<br />

Después de un toque de clarín y una proclama d<strong>el</strong> heraldo, un<br />

obeso mayordomo apareció por la izquierda, seguido de sus<br />

ayudantes, que con pomposa solemnidad transportaban un regio<br />

trozo de buey, humeante y dispuesto a ser trinchado.<br />

Después de las oraciones, Tomás, que había recibido<br />

instrucciones previas, se alzó, y con él todos los circunstantes, y<br />

bebió, de una magnífica copa de oro con la princesa Isab<strong>el</strong>. La<br />

copa pasó de <strong>el</strong>los a lady Juana y después circuló por toda la<br />

reunión. Así comenzó <strong>el</strong> banquete.<br />

A medianoche <strong>el</strong> festín llegaba a su apogeo. Entonces se<br />

presenció uno de aqu<strong>el</strong>los pintorescos espectáculos, tan<br />

admirados en los tiempos antiguos. Aún existe una descripción<br />

de él en <strong>el</strong> singular estilo de un cronista de la época.<br />

«Hecho espacio, entraron un barón y un conde, ataviados al<br />

estilo turco, con largas túnicas de brocado de oro, y ceñían sendas<br />

espadas llamadas cimitarras, pendientes de grandes tahalíes de<br />

oro. Venían después otro barón y otro conde, con largas túnicas<br />

de raso amarillo con rayas de raso blanco, y en cada barra de<br />

blanco traían otra barra de raso carmesí, a la usanza rusa, con<br />

© Pehuén Editores, 2001<br />

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