12.05.2013 Views

el principe y el mendigo - Educando

el principe y el mendigo - Educando

el principe y el mendigo - Educando

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

MARK TWAIN EL PRÍNCIPE Y EL MENDIGO<br />

Un escalofrío recorrió <strong>el</strong> cuerpo d<strong>el</strong> niño, y Hendon dijo, entre<br />

dientes:<br />

–Lo taparé para que no se resfríe.<br />

Miró en torno en busca de algo con que cubrirlo, pero no<br />

hallando nada, se quitó, la capa y envolvió en <strong>el</strong>la al muchacho,<br />

diciendo:<br />

–Como estoy acostumbrado a los arañazos d<strong>el</strong> viento y al<br />

poco abrigo, poco me importará <strong>el</strong> frío.<br />

Y se puso a caminar por <strong>el</strong> aposento para mantener en<br />

circulación la sangre, monologando:<br />

–Su trastornada mente le persuade de que es <strong>el</strong> príncipe de<br />

Gales. Será cosa rara tener con nosotros a un príncipe de Gales<br />

ahora que <strong>el</strong> que era príncipe ya es rey. Porque su pobre espíritu<br />

tiene un tema solo y no raciocinará que ahora debe dejar de ser<br />

príncipe y llamarse rey... Si mi padre vive aún, después de estos<br />

siete años en que no he sabido nada de mi casa por mi destierro en<br />

<strong>el</strong> continente, acogerá bien al pobre niño y por mi amor le concederá<br />

albergue. Lo mismo hará mi buen hermano mayor Arturo. Mi otro<br />

hermano Hugo... Pero le romperé la crisma si se interpone, <strong>el</strong> muy<br />

desalmado. Sí. Hacia allá nos iremos y sin perder momento.<br />

Entró un criado con humeante comida, que dejó sobre la<br />

rústica mesa, arrimo a <strong>el</strong>la las sillas y partió, dejando que unos<br />

huéspedes tan pobres se sirvieran a sí mismos. Cerró la puerta<br />

tras él y <strong>el</strong> ruido d<strong>el</strong> portazo despertó al niño, que de un salto se<br />

sentó en la cama y lanzó una alegre mirada en torno. Luego a su<br />

rostro asomó una expresión ofendida y sus labios musitaron con<br />

un profundo suspiro:<br />

–¡Ay! ¡No era más que un sueño!<br />

Reparó luego en la capa de Miles Hendon, miró al dueño de<br />

la prenda, comprendió <strong>el</strong> sacrificio que había hecho por él, y le<br />

dijo cariñosamente:<br />

–Eres bueno conmigo. Sí, muy bueno. Toma tu capa yo no<br />

la necesito ya.<br />

© Pehuén Editores, 2001<br />

) 35 (<br />

Se levantó luego y se acercó al lavabo de un rincón, donde<br />

se quedó esperando. Hendon le dijo con alegre acento:<br />

–Ahora vamos a tomar un buen bocado, porque es sabroso y<br />

está muy a punto. Entre eso y <strong>el</strong> sueño que has echado, te sentirás<br />

bien.<br />

El niño no contestó, sino que lanzó una mirada llena de<br />

grave sorpresa y con cierta impaciencia al alto caballero de la<br />

espada. Hendon se quedó perplejo, y dijo:<br />

–¿Qué ocurre?<br />

–Buen señor, quisiera lavarme.<br />

–¡Ah! ¿Nada más que eso? No pidas permiso a Miles Hendon<br />

para nada de lo que desees. Puedes servirte a tus anchas, con<br />

entera libertad.<br />

El niño siguió sin moverse. Es más, una o dos veces dio con<br />

<strong>el</strong> pie unos golpecitos de impaciencia, Hendon se sintió perplejo,<br />

Por fin, dijo:<br />

–Pero, ¿a qué esperas?<br />

–Te ruego que eches <strong>el</strong> agua y no gastes tantas palabras.<br />

Hendon, reprimiendo una carcajada y diciéndose:<br />

–¡Por todos los santos, esto es admirable!<br />

Avanzó con viveza y cumplió la orden d<strong>el</strong> pequeño insolente.<br />

Luego se apartó con una especie de estupefacción, hasta que le<br />

despertó de <strong>el</strong>la la orden:<br />

–¡Pronto! ¡La toalla!<br />

Cogió la toalla bajo las mismas narices d<strong>el</strong> niño y se la entregó<br />

sin comentarios. Después procedió a lavarse y, mientras lo hacía,<br />

su hijo adoptivo se sentó a la mesa y se preparó para comer.<br />

Vivamente despachó Hendon sus abluciones, cogió la otra silla<br />

y se disponía a sentarse también, cuando <strong>el</strong> niño le dijo, indignado<br />

–¡Vive Dios! ¿Vas a sentarte en presencia d<strong>el</strong> rey?<br />

Este golpe sacudió a Hedon de arriba abajo.<br />

Díjose en su interior:<br />

–La locura de este pobre niño está a la altura de los tiempos.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!