el principe y el mendigo - Educando
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MARK TWAIN EL PRÍNCIPE Y EL MENDIGO<br />
S<br />
LA COMIDA DE GALA<br />
E ACERCABA LA HORA DE LA COMIDA, y, por extraño que<br />
parezca, la idea no ocasionó a Tomás sino un leve<br />
desagrado. Lo que le ocurrió por la mañana había fortalecido su<br />
confianza. Estaba ya más acostumbrado a su extraño ambiente<br />
después de cuatro días, que lo que habría estado una persona<br />
mayor al cabo de un mes. Nunca se vio más sorprendente ejemplo<br />
de la facilidad de un niño para acomodarse a las circunstancias.<br />
Aprovechando nuestro privilegio, corramos a la gran sala d<strong>el</strong><br />
banquete para echarle un vistazo, mientras preparan a Tomás<br />
para una ocasión tan importante. Es un aposento espacioso, con<br />
columnas y pilastras doradas y paredes y techos con pinturas.<br />
En la puerta se yerguen gigantescos guardias, rígidos como<br />
estatuas, vestidos con ricos y pintorescos trajes y con sus<br />
correspondientes alabardas. En una <strong>el</strong>evada galería, que corre<br />
en torno de toda la sala, hay una banda de músicos y compacta<br />
concurrencia de uno y otro sexo, brillantemente ataviada. En <strong>el</strong><br />
centro d<strong>el</strong> salón, sobre una tarima, está la mesa de Tomás.<br />
Dejemos hablar al viejo cronista:<br />
«Un caballero entra en <strong>el</strong> aposento con una vara, y tras él<br />
otro, que trae un mant<strong>el</strong>; después de haberse arrodillado ambos<br />
tres veces con la mayor veneración, tienden <strong>el</strong> mant<strong>el</strong> sobre la<br />
© Pehuén Editores, 2001<br />
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mesa, y se retiran tras una nueva genuflexión. Vienen luego otros<br />
dos, uno también con vara y otro con un salero, un plato y pan.<br />
Cuando se han arrodillado como los dos anteriores y colocado<br />
dichos objetos sobre la mesa, se retira, asimismo con las<br />
ceremonias realizadas por los primeros. Por fin vienen dos nobles<br />
ricamente vestidos, uno de <strong>el</strong>los con un trinchante, y después de<br />
haberse postrado tres veces de la manera más reverente, se<br />
acercan y frotan la mesa con pan y sal, dando muestras de tanto<br />
respeto como si <strong>el</strong> rey estuviera presente».<br />
Así terminan los solemnes pr<strong>el</strong>iminares. Luego, a lo lejos,<br />
repercute en los corredores un son de trompetas y <strong>el</strong> confuso<br />
grito de, «¡Paso al rey, paso a la majestad d<strong>el</strong> rey!». Estos sonidos<br />
se repiten una vez y otra, acercándose más y más, y de pronto,<br />
casi en nuestras barbas, suena la nota marcial y la voz de «¡Paso<br />
al rey!», y aparece <strong>el</strong> brillante cortejo, que forma filas a la puerta<br />
con mesurada marcha. Dejemos hablar otra vez al cronista:<br />
«Vienen primero barones, condes y caballeros de la Jarretera,<br />
todos ricamente vestidos y con la cabeza descubierta. Sigue<br />
después <strong>el</strong> canciller, entre otros dos personajes, uno de los cuales<br />
lleva <strong>el</strong> cetro real y <strong>el</strong> otro la espada d<strong>el</strong> Estado en su vaina roja,<br />
tachonada de flores de lis de oro y con la punta hacia arriba.<br />
Luego viene <strong>el</strong> propio rey, a quien al aparecer saludan doce<br />
trompetas y muchos tambores, con gran estruendo de<br />
bienvenidas, mientras todos en las galerías se levantan de sus<br />
asientos: ¡Dios salve al rey!-. Vienen luego los nobles agregados<br />
a su persona, y a su derecha e izquierda marcha su guardia de<br />
honor, sus cincuenta caballeros, con doradas hachas de combate».<br />
Todo era hermoso y agradable. Tomás sentía que le latía<br />
con más fuerzas <strong>el</strong> corazón, y a sus ojos asomaba una luz de<br />
alegría. Avanzaba con la mayor gracia, tanto más cuanto que no<br />
pensaba en <strong>el</strong>lo, pues se d<strong>el</strong>eitaba en <strong>el</strong> alegre espectáculo.<br />
Además nadie puede estar feo con ropas ricas y bien ajustadas,<br />
una vez que se ha acostumbrado un poco a <strong>el</strong>las, especialmente