12.05.2013 Views

el principe y el mendigo - Educando

el principe y el mendigo - Educando

el principe y el mendigo - Educando

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

MARK TWAIN EL PRÍNCIPE Y EL MENDIGO<br />

–¿Qué te ocurre? le preguntó al oído una voz cuchicheante–.<br />

¿A quién llamas?<br />

–A sir Guillermo Herbert. ¿Quién eres?<br />

–¿Yo? ¿Quién voy a ser, sino tu hermana Nita? ¡Oh Tomás,<br />

me había olvidado de que estás todavía desvariando! ¡Pero, por<br />

favor, cuida tu lengua, no vayan a darnos a todos otra paliza!<br />

El príncipe se incorporó sobresaltado, pero una dolorosa<br />

sensación de su cuerpo maltratado lo trajo a la realidad, y volvió<br />

a hundirse entre la paja podrida lanzando un gemido y esta<br />

exclamación:<br />

–¡De modo, pues, que sólo ha sido un sueño!<br />

Todos los tristes pesares y la miseria que <strong>el</strong> sueño había<br />

desterrado volvieron a caer sobre él, y se dio cuenta de que no<br />

era ya un príncipe mimado en su Palacio, un príncipe en <strong>el</strong> que<br />

toda una nación tenía puestos los ojos con adoración, sino que<br />

era un <strong>mendigo</strong>, un paria, vestido de harapos, preso en un cubil<br />

propio de bestias, y alternando con <strong>mendigo</strong>s y ladrones.<br />

En medio de su pena empezó a tener conciencia de unos<br />

ruidos y gritos que parecían venir desde una o dos manzanas<br />

más allá. Un instante después se oyeron en la puerta varios golpes<br />

fuertes. Juan Canty dejó de roncar, y dijo:<br />

–¿Quién llama? ¿Quién es?<br />

Una voz contestó:<br />

–¿Sabes a quien dejaste tendido de un garrotazo?<br />

–No. Ni lo sé, ni me preocupa.<br />

Cuidado. Si quieres salvar <strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo, no te queda más recurso<br />

que la fuga. Ese hombre está en este momento muriendo. Es <strong>el</strong><br />

cura, <strong>el</strong> padre Andrés.<br />

–¡Dios me valga! Exclamó Canty.<br />

Despertó a su familia, y les ordenó rudamente:<br />

–¡Arriba todos y larguémonos de aquí!<br />

Cinco minutos después, la familia de los Canty estaba en la<br />

calle y buscaba salvar la vida huyendo. Juan Canty agarraba al<br />

© Pehuén Editores, 2001<br />

) 29 (<br />

príncipe por la muñeca, y lo llevaba a toda prisa por entre la<br />

oscuridad, diciendo en voz baja esta advertencia:<br />

–Cuidado con la lengua, tú, loco estúpido, y no pronuncies<br />

nuestro ap<strong>el</strong>lido. Ya me buscaré en seguida otro nuevo, para hacer<br />

perder la pista a los perros de la justicia. Te digo que no te vayas<br />

de lengua, ¿me oyes?<br />

Y a los restantes miembros de la familia les refunfuñó lo<br />

siguiente:<br />

–Si la casualidad quiere que nos separemos, que cada mal se<br />

dirija al Puente de Londres, si alguno llega hasta la última tienda<br />

de paños que hay en <strong>el</strong> puente, que espere allí a que lleguen los<br />

demás, y luego huiremos juntos hasta Southwark.<br />

El grupo salió en ese momento bruscamente de la oscuridad<br />

a la luz, y se vio en medio de una multitud de gentes que cantaban,<br />

bailaban y gritaban, formando una masa a lo largo d<strong>el</strong> frente d<strong>el</strong><br />

río. Río arriba y río abajo, hasta donde alcanzaba la vista, <strong>el</strong><br />

Támesis estaba adornado por una línea de hogueras encendidas.<br />

El Puente de Londres se hallaba iluminado, y lo mismo <strong>el</strong> Puente<br />

de Southwark. El río todo refulgía con <strong>el</strong> reflejo y <strong>el</strong> resplandor<br />

de luces de colores, y continuas explosiones de fuegos de artificio<br />

llenaban <strong>el</strong> firmamento con una intrincada mezcla de estallidos<br />

esplendorosos que casi convertían la noche en día. Había por<br />

todas partes multitud de alegres transnochadores. Todo Londres<br />

parecía estar en la calle.<br />

Juan Canty furibundo ordenó la retirada, pero era ya<br />

demasiado tarde. El y su tribu fueron engullidos por aqu<strong>el</strong><br />

enjambre humano, y quedaron irremediablemente separados unos<br />

de otros en un instante. A pesar de todo, Juan seguía teniendo<br />

agarrado al príncipe y éste empezó a tener la esperanza de poder<br />

huir ahora. Un fornido barquero, bastante exaltado por la bebida,<br />

se vio rudamente empujado por Juan Canty cuando éste<br />

intentaba abrirse camino entre la muchedumbre. Plantó su<br />

manaza sobre <strong>el</strong> hombro de Juan, y le gritó:

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!