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sobre las siete palabras pronunciadas por cristo en ... - Corazones.org

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Madre de nuestro Seńor Jesu<strong>cristo</strong> con un amor inefable, <strong>por</strong> ella nuestro Seńor Jesu<strong>cristo</strong><br />

llegó a ser nuestro hermano, y <strong>por</strong> ella obtuvimos misericordia. Junto a Cristo colocó toda su<br />

confianza <strong>en</strong> ella, la miró como abogada propia y de su Ord<strong>en</strong>a, y <strong>en</strong> su honor ayunó<br />

devotam<strong>en</strong>te desde la fiesta de San Pedro y San Pablo hasta la Asunción”. Con estos santos<br />

juntaremos el nombre del Papa Inoc<strong>en</strong>cio III, qui<strong>en</strong> fue emin<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te distinguido <strong>por</strong> su<br />

devoción a la Virg<strong>en</strong>, y no sólo celebró sus grandezas <strong>en</strong> sus sermones, sino que construyó un<br />

monasterio <strong>en</strong> su honor, y lo que es más admirable, <strong>en</strong> una exhortación que dirigió a su grey<br />

para que confí<strong>en</strong> <strong>en</strong> ella, usó <strong>palabras</strong> cuya veracidad fue luego ejemplificada <strong>en</strong> su propia<br />

persona. Así hablo <strong>en</strong> su segundo sermón <strong>sobre</strong> la Asunción: “Que el hombre que está s<strong>en</strong>tado<br />

<strong>en</strong> la oscuridad del pecado mire la luna, que invoque a María para que ella interceda ante su<br />

Hijo, y le obt<strong>en</strong>ga la compunción de corazón. Pues żquién que la haya alguna vez llamado <strong>en</strong><br />

su desgracia no ha sido escuchado?”. El lector puede consultar el cap. IX, libro 2, <strong>sobre</strong> “Las<br />

lágrimas de la paloma”, y ver que allí hemos escrito <strong>sobre</strong> el Papa Inoc<strong>en</strong>cio III. De estos<br />

extractos, y de estos signos de predestinación, queda abundantem<strong>en</strong>te evid<strong>en</strong>te que una<br />

devoción cordial a la Virg<strong>en</strong> Madre de Dios no es novedad alguna. Pues parecería increíble que<br />

perezca algui<strong>en</strong> <strong>en</strong> cuyo favor Cristo le ha dicho a su Madre: “He ahí a tu hijo”, con tal que no<br />

preste oídos sordos a <strong>las</strong> <strong>palabras</strong> que Cristo le dirigió a él mismo: “He ahí a tu Madre”.<br />

Libro II<br />

SOBRE LAS CUATRO ÚLTIMAS PALABRAS DICHAS EN LA CRUZ<br />

CAPÍTULO I<br />

Explicación literal de la cuarta Palabra:<br />

“Dios mío, Dios mío, <strong>por</strong> qué me has abandonado”<br />

Hemos explicado <strong>en</strong> la parte anterior <strong>las</strong> tres primeras <strong>palabras</strong> que fueron <strong>pronunciadas</strong> <strong>por</strong><br />

nuestro Seńor desde el púlpito de la Cruz, alrededor de la hora sexta, poco después de su<br />

crucifixión. En esta parte explicaremos <strong>las</strong> cuatro restantes <strong>palabras</strong>, que, luego de la oscuridad<br />

y el sil<strong>en</strong>cio de tres horas, proclamó este mismo Seńor desde este mismo púlpito con fuerte<br />

voz. Pero primero parece necesario explicar brevem<strong>en</strong>te cuál, y de dónde, y para qué surgió la<br />

oscuridad que existió <strong>en</strong>tre <strong>las</strong> tres primeras y <strong>las</strong> últimas cuatro <strong>palabras</strong>, pues así dice San<br />

Mateo: “Desde la hora sexta hubo oscuridad <strong>sobre</strong> toda la tierra hasta la hora nona. Y<br />

alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: "ˇElí, Elí! żlemá sabactaní?", esto es:<br />

"ˇDios mío, Dios mío! ż<strong>por</strong> qué me has abandonado?"”[159]. Y esta oscuridad surgió de un<br />

eclipse de sol, tal como nos lo narra San Lucas:<br />

“Se eclipsó el sol”[160], dice.<br />

Pero aquí se pres<strong>en</strong>tan tres dificultades. En primer lugar, un eclipse de sol ocurre <strong>en</strong> luna<br />

nueva, cuando la luna está <strong>en</strong>tre la tierra y el sol, y esto no puede haber sucedido <strong>en</strong> la muerte<br />

de Cristo, <strong>por</strong>que la luna no estaba <strong>en</strong> conjunción con el sol, como ocurre cuando hay luna<br />

nueva, sino que estaba opuesta al sol como <strong>en</strong> la luna nueva, pues la Pasión ocurrió <strong>en</strong> la<br />

Pascua de los judíos, que, según San Lucas, estaba <strong>en</strong> el día catorce del mes lunar. En segundo<br />

lugar, incluso si la luna hubiese estado <strong>en</strong> conjunción con el sol <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to de la Pasión, la<br />

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