sobre las siete palabras pronunciadas por cristo en ... - Corazones.org
sobre las siete palabras pronunciadas por cristo en ... - Corazones.org
sobre las siete palabras pronunciadas por cristo en ... - Corazones.org
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
En una ocasión ejerce su autoridad y bota del Templo a aquellos que lo estaban profanando al<br />
negociar d<strong>en</strong>tro de él. En otra ocasión se esconde, y como un hombre débil y sin fuerza se<br />
aleja de la muchedumbre. Todas estas difer<strong>en</strong>tes acciones requier<strong>en</strong> un alma despr<strong>en</strong>dida de sí,<br />
y devota a la voluntad de otra. A m<strong>en</strong>os que previam<strong>en</strong>te hubiese dado el ejemplo de r<strong>en</strong>unciar<br />
a todo lo que la naturaleza humana alaba, no hubiera dicho a sus discípulos: “Si alguno quiere<br />
v<strong>en</strong>ir <strong>en</strong> pos de mí, que se niegue a sí mismo”[371], que r<strong>en</strong>uncie a su propia voluntad y a su<br />
propio juicio. A m<strong>en</strong>os que estuviese preparado para dar su vida con tanta prontitud que<br />
pareciese que <strong>en</strong> verdad la odiaba, no habría al<strong>en</strong>tado a sus discípulos con tales <strong>palabras</strong> como<br />
“Si alguno vi<strong>en</strong>e a mí y no aborrece a su padre, madre, mujer e hijos, hermanos y hermanas, e<br />
incluso su propia vida, no puede ser mi discípulo”[372]. Esta r<strong>en</strong>uncia de uno mismo, tan<br />
conspicua <strong>en</strong> la personalidad de Nuestro Seńor, es la verdadera raíz y, como tal, madre de la<br />
obedi<strong>en</strong>cia. Y aquellos que no están preparados para el sacrificio personal nunca adquirirán la<br />
perfección de la obedi<strong>en</strong>cia. żCómo puede un hombre obedecer prontam<strong>en</strong>te la voluntad de<br />
otro si prefiere su propia voluntad y juicio a la del otro? La vasta orbe del cielo obedece a <strong>las</strong><br />
leyes de la naturaleza tanto al amanecer como al ponerse. Los ángeles son obedi<strong>en</strong>tes a la<br />
voluntad de Dios. No ti<strong>en</strong><strong>en</strong> voluntad propia opuesta a la de Dios, sino que están felices<br />
unidos a Dios, y son uno <strong>en</strong> espíritu con Él. Y así canta el salmista: “B<strong>en</strong>digan al Seńor todos<br />
sus ángeles, poderosos <strong>en</strong> fortaleza, que son ejecutores de su palabra, para obedecer la voz de<br />
sus órd<strong>en</strong>es”[373].<br />
En tercer lugar, la obedi<strong>en</strong>cia de Cristo no fue solo infinita <strong>en</strong> su longitud y anchura, pero<br />
pro<strong>por</strong>cionalm<strong>en</strong>te como <strong>por</strong> el sufrimi<strong>en</strong>to fue humillada hasta lo más bajo, así <strong>en</strong> cuanto a su<br />
recomp<strong>en</strong>sa será exaltada. La tercera característica <strong>en</strong>tonces de la obedi<strong>en</strong>cia de Cristo es que<br />
fue probada <strong>por</strong> el sufrimi<strong>en</strong>to y <strong>las</strong> humillaciones. Para cumplir la voluntad de su Padre<br />
Celestial, el nińo Cristo, <strong>en</strong> completo uso de todas sus facultades, consintió <strong>en</strong> ser <strong>en</strong>cerrado<br />
<strong>por</strong> nueve meses <strong>en</strong> la oscura prisión del vi<strong>en</strong>tre de su Madre. Otros bebés no si<strong>en</strong>t<strong>en</strong> esta<br />
privación pues no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> uso de razón, pero Cristo t<strong>en</strong>ía uso de razón, y debe haber temido el<br />
confinami<strong>en</strong>to <strong>en</strong> el estrecho vi<strong>en</strong>tre, incluso del vi<strong>en</strong>tre de la que había escogido como Madre.<br />
A través de la obedi<strong>en</strong>cia a su Padre, y <strong>por</strong> el amor que le t<strong>en</strong>ía, superó a la muerte, y la Iglesia<br />
dice: Cuando asumiste <strong>sobre</strong> Ti el liberar al hombre, no aborreciste el vi<strong>en</strong>tre de la Virg<strong>en</strong>”.<br />
Nuevam<strong>en</strong>te, nuestro querido Seńor necesitó no poca paci<strong>en</strong>cia y humildad para asumir <strong>las</strong><br />
maneras y debilidades de un pequeńo, cuando no solam<strong>en</strong>te era más sabio que Salomón, sino<br />
que era el Hombre “<strong>en</strong> qui<strong>en</strong> están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y el<br />
conocimi<strong>en</strong>to”[374].<br />
Consider<strong>en</strong>, más aún, cuánto habrá sido su auto-control y mansedumbre, su paci<strong>en</strong>cia y<br />
humildad, para haber permanecido dieciocho ańos, desde los doce hasta los treinta, escondido<br />
<strong>en</strong> una oscura casa <strong>en</strong> Nazaret, haber sido t<strong>en</strong>ido como el hijo de un carpintero, haber sido<br />
llamado carpintero, haber sido tomado como un hombre ignorante y sin educación, cuando al<br />
mismo tiempo su sabiduría <strong>sobre</strong>pasaba la de los ángeles y hombres juntos. Durante su vida<br />
pública, adquirió gran r<strong>en</strong>ombre <strong>por</strong> su predicación y sus milagros, pero sufrió grandes<br />
necesidades y so<strong>por</strong>tó muchos reveses. “Las zorras ti<strong>en</strong><strong>en</strong> guaridas, y <strong>las</strong> aves del cielo nidos,<br />
pero el Hijo del hombre no ti<strong>en</strong>e dónde descansar la cabeza”[375]. Adolorido de pies y<br />
fatigado, se s<strong>en</strong>taba al costado de un pozo. Y hubiese podido rodearse con abundancia de<br />
todas <strong>las</strong> cosas, <strong>por</strong> el servicio de hombres o ángeles, de no haber estado impedido <strong>por</strong> la<br />
obedi<strong>en</strong>cia que le debía a su Padre. żMe det<strong>en</strong>dré <strong>en</strong> <strong>las</strong> contradicciones que sufrió, <strong>en</strong> los<br />
insultos que so<strong>por</strong>tó, <strong>en</strong> <strong>las</strong> calumnias que fueron habladas <strong>en</strong> contra de Él, <strong>en</strong> sus heridas y <strong>en</strong><br />
la corona de espinas de su Pasión, <strong>en</strong> la ignominia de la Cruz misma? Su humilde obedi<strong>en</strong>cia ha<br />
79