19.05.2013 Views

sobre las siete palabras pronunciadas por cristo en ... - Corazones.org

sobre las siete palabras pronunciadas por cristo en ... - Corazones.org

sobre las siete palabras pronunciadas por cristo en ... - Corazones.org

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

sedi<strong>en</strong>tos <strong>por</strong> el honor de Cristo, qui<strong>en</strong> “nos amó y se <strong>en</strong>tregó <strong>por</strong> nosotros como oblación y<br />

víctima de suave aroma”[238], sinti<strong>en</strong>do tanta compasión <strong>por</strong> nuestros hermanos como un<br />

deseo celoso de su salvación. Aún lo más necesario para nosotros es anhelar cordial y<br />

ardorosam<strong>en</strong>te nuestra propia salvación, que este deseo nos empuje, de acuerdo a nuestra<br />

fuerza, a p<strong>en</strong>sar y hablar y hacer todo lo que nos pueda ayudar a salvar nuestras almas. Si no<br />

nos im<strong>por</strong>ta nada el honor de Dios, o la gloria de Cristo, y no s<strong>en</strong>timos ninguna ansiedad <strong>por</strong><br />

nuestra propia salvación, o la de los otros, se sigue que Dios será privado del honor que le es<br />

debido, que Cristo perderá la gloria que es suya, que nuestro prójimo no llegará al cielo, y que<br />

nosotros mismos pereceremos miserablem<strong>en</strong>te para la eternidad. Y <strong>por</strong> este relato estoy<br />

muchas veces ll<strong>en</strong>o de asombro al reflexionar que todos sabemos cuán sinceram<strong>en</strong>te estuvo<br />

sedi<strong>en</strong>to Cristo <strong>por</strong> nuestra salvación, y nosotros, que creemos a Cristo la Sabiduría del Dios<br />

vivi<strong>en</strong>te, no somos movidos a imitar su ejemplo <strong>en</strong> materia tan íntimam<strong>en</strong>te conectada con<br />

nosotros. Ni estoy m<strong>en</strong>os sorpr<strong>en</strong>dido de ver hombres correr tras bi<strong>en</strong>es mundanos con tal<br />

avidez, como si no hubiera cielo, y preocupándose tan poco <strong>por</strong> su propia salvación que, lejos<br />

de andar sedi<strong>en</strong>tos de ella, con <strong>las</strong> justas pi<strong>en</strong>san <strong>en</strong> ella de pasada, como material trivial de<br />

poca im<strong>por</strong>tancia. Más aún los bi<strong>en</strong>es tem<strong>por</strong>ales, que no son placeres puros, sino que son<br />

acompańados de muchas desv<strong>en</strong>turas, son buscados con vehem<strong>en</strong>cia y ansiedad. Pero a la<br />

felicidad eterna, que es deleite absoluto, es dada tan poca im<strong>por</strong>tancia, querida con tan poca<br />

preocupación, como si no poseyese v<strong>en</strong>taja alguna. ˇIlumina, Seńor, los ojos de mi alma, para<br />

que pueda <strong>en</strong>contrar la causa de tan dolorosa indifer<strong>en</strong>cia!<br />

El amor produce deseo, y el deseo, cuando es excesivo, es llamado sed. Ahora bi<strong>en</strong>, żquién hay<br />

que no puede amar su propia felicidad tem<strong>por</strong>al, particularm<strong>en</strong>te cuando esa felicidad es libre<br />

de cualquier cosa que la puede dańar? Y si premio tan grande no puede ser sino amado, ż<strong>por</strong><br />

qué no puede ser ardi<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te deseado, ansiosam<strong>en</strong>te buscado, y con todas nuestras fuerzas<br />

estar sedi<strong>en</strong>tos de él? Tal vez la razón es que nuestra salvación no es materia que caiga bajo los<br />

s<strong>en</strong>tidos, nunca hemos t<strong>en</strong>ido experi<strong>en</strong>cia de cómo es, como sí la hemos t<strong>en</strong>ido <strong>en</strong> materias<br />

que se relacionan al cuerpo; y estamos tan solícitos para él, pero tan fríam<strong>en</strong>te indifer<strong>en</strong>tes para<br />

la primera. Pero si tal es el caso, <strong>por</strong> qué David, que era hombre mortal como nosotros,<br />

anhelaba tan ansiosam<strong>en</strong>te la visión de Dios, y la felicidad <strong>en</strong> el cielo que consiste <strong>en</strong> la visión<br />

de Dios, como para clamar:<br />

“Como el ciervo desea <strong>las</strong> fu<strong>en</strong>tes de agua, así te desea a ti, oh Dios, mi alma. Sedi<strong>en</strong>ta está mi<br />

alma del Dios fuerte, vivo. żCuándo v<strong>en</strong>dré y apareceré ante la faz de Dios?”[239]. David no es<br />

el único <strong>en</strong> este valle de lágrimas que ha deseado con tal ardi<strong>en</strong>te deseo alcanzar la visión de<br />

Dios. Han habido otros más, distinguidos <strong>por</strong> su santidad, <strong>por</strong> qui<strong>en</strong>es <strong>las</strong> cosas de este mundo<br />

fueron t<strong>en</strong>idas como despreciables e insípidas, y para qui<strong>en</strong>es nada más el p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to y el<br />

recuerdo de Dios era agradable y delicioso. La razón <strong>en</strong>tonces <strong>por</strong> la que no estamos sedi<strong>en</strong>tos<br />

de nuestra felicidad eterna no es <strong>por</strong>que el cielo es invisible, sino <strong>por</strong>que no p<strong>en</strong>samos con<br />

at<strong>en</strong>ción acerca de lo que está ante nosotros, con asiduidad, con fe. Y la razón <strong>por</strong> la cual no<br />

tomamos <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta <strong>las</strong> materias celestiales como debiéramos es <strong>por</strong>que no somos hombres<br />

espirituales, sino s<strong>en</strong>suales: “El hombre s<strong>en</strong>sual no percibe aquel<strong>las</strong> cosas que son del Espíritu<br />

de Dios”[240]. Por lo que, alma mía, si deseas <strong>por</strong> tu propia salvación, y la de tu prójimo, si<br />

manti<strong>en</strong>es <strong>en</strong> el corazón el honor de Dios y la gloria de Cristo, escucha <strong>las</strong> <strong>palabras</strong> del santo<br />

Apóstol Santiago: “Si alguno de ustedes está falto de sabiduría, demándela a Dios que la da a<br />

todos copiosam<strong>en</strong>te y no da improperios, y le será concedida”[241]. Esta sublime sabiduría no<br />

ha de ser adquirida <strong>en</strong> <strong>las</strong> escue<strong>las</strong> de este mundo, sino <strong>en</strong> la escuela del Espíritu Santo de Dios,<br />

qui<strong>en</strong> convierte al hombre s<strong>en</strong>sual <strong>en</strong> uno espiritual. Pero no es sufici<strong>en</strong>te pedir <strong>por</strong> esta<br />

56

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!