19.05.2013 Views

sobre las siete palabras pronunciadas por cristo en ... - Corazones.org

sobre las siete palabras pronunciadas por cristo en ... - Corazones.org

sobre las siete palabras pronunciadas por cristo en ... - Corazones.org

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

concedo, pero son necesarias si deseamos practicar la virtud de la paci<strong>en</strong>cia, o ser como<br />

nuestro sufri<strong>en</strong>te Red<strong>en</strong>tor. Nuevam<strong>en</strong>te, nuestra Santa Madre Iglesia ord<strong>en</strong>a a los eclesiásticos<br />

y a los religiosos recitar o cantar <strong>las</strong> horas canónicas. Aquí necesitaremos toda la asist<strong>en</strong>cia que<br />

la virtud de la paci<strong>en</strong>cia nos pueda dar, si es que esta lectura y oración sagrada ha de ser<br />

realizada <strong>en</strong> la manera que debe ser, pues hay algunos que no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> sufici<strong>en</strong>te que hacer como<br />

para mant<strong>en</strong>erse libres de distracciones durante la oración. Muchos corr<strong>en</strong> <strong>en</strong> sus oraciones tan<br />

rápidam<strong>en</strong>te como pued<strong>en</strong>, como si estuvieran realizando una tarea muy laboriosa, y quisies<strong>en</strong><br />

librarse de la carga <strong>en</strong> el m<strong>en</strong>or tiempo posible, y dic<strong>en</strong> su Oficio, no parados o arrodillados,<br />

sino s<strong>en</strong>tados o caminando, como si la fatiga de la oración fuese disminuida al s<strong>en</strong>tarse o<br />

aligerada <strong>por</strong> caminar. Esto hablando de aquellos que rezan su Oficio <strong>en</strong> privado, no de<br />

aquellos que lo cantan <strong>en</strong> el coro. También, para no interrumpir su sueńo, muchos recitan<br />

durante el día aquella parte del Oficio que la Iglesia ha ord<strong>en</strong>ado que sea dicha <strong>en</strong> la noche. No<br />

digo nada de la at<strong>en</strong>ción y elevación de m<strong>en</strong>te que es requerida mi<strong>en</strong>tras que Dios es invocado<br />

<strong>en</strong> la oración, <strong>por</strong>que muchos pi<strong>en</strong>san acerca de lo que están cantando o ley<strong>en</strong>do m<strong>en</strong>os que<br />

cualquier otra cosa. Verdaderam<strong>en</strong>te es sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te que muchos más no v<strong>en</strong> cuán necesaria<br />

la virtud de la paci<strong>en</strong>cia es para erradicar la repugnancia que s<strong>en</strong>timos a pasar un tiempo<br />

prolongado de oración, levantarse para decir <strong>las</strong> horas canónicas <strong>en</strong> el tiempo adecuado,<br />

so<strong>por</strong>tar la fatiga de estar parado o arrodillado, prev<strong>en</strong>ir nuestros p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos de divagar, y<br />

mant<strong>en</strong>erlos fijos <strong>en</strong> lo único <strong>en</strong> lo que estamos realizando. Que mis lectores escuch<strong>en</strong> ahora<br />

un relato de la devoción con la que San Francisco de Asís recitaba su breviario, y apr<strong>en</strong>derán<br />

<strong>en</strong>tonces que el Oficio Divino no puede ser dicho sin el ejercicio de la más grande paci<strong>en</strong>cia.<br />

En su Vida de San Francisco, San Bu<strong>en</strong>av<strong>en</strong>tura dice así: “Este santo hombre estaba tan<br />

habituado a recitar el Oficio Divino con no m<strong>en</strong>or miedo que devoción hacia Dios, y aunque<br />

sufría grandes dolores <strong>en</strong> los ojos, estómago, columna, e hígado, nunca se hubiera recostado <strong>en</strong><br />

alguna pared o det<strong>en</strong>ido mi<strong>en</strong>tras lo cantaba, sino que de erguido de pie, sin su capucha,<br />

mant<strong>en</strong>ía sus ojos fijos, y t<strong>en</strong>ía la apari<strong>en</strong>cia de una persona <strong>en</strong> desmayo. Si estaba de viaje, se<br />

mant<strong>en</strong>ía a su horario regular, y recitaba el Divino Oficio <strong>en</strong> la manera usual, sin im<strong>por</strong>tar si<br />

una lluvia viol<strong>en</strong>ta estaba cay<strong>en</strong>do. Se p<strong>en</strong>saba a sí mismo culpable de una seria falta si,<br />

mi<strong>en</strong>tras que recitaba permitía a su m<strong>en</strong>te ocuparse con p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos vanos, y cuantas veces<br />

esto le pasaba se apresuraba a ir a confesión para expiar <strong>por</strong> ello. Recitaba los salmos con tal<br />

at<strong>en</strong>ción de m<strong>en</strong>te como si tuviese a Dios pres<strong>en</strong>te delante de él, y cuando decía el nombre del<br />

Seńor, gustaba sus labios <strong>por</strong> la dulzura que la pronunciación de tal nombre le dejaba”. Tan<br />

pronto alguno se esfuerce <strong>por</strong> recitar el Oficio Divino de esta manera, y levantarse <strong>en</strong> la noche<br />

para rezar Maitines, Laudes y Prima, apr<strong>en</strong>derá <strong>por</strong> experi<strong>en</strong>cia la labor y paci<strong>en</strong>cia que son<br />

necesarias para el debido cumplimi<strong>en</strong>to de esta tarea. Hay muchas otras cosas que la Iglesia,<br />

guiada <strong>por</strong> <strong>las</strong> Sagradas Escrituras, nos pone como voluntad de Dios, y para el debido<br />

cumplimi<strong>en</strong>to de ellos requerimos también de la virtud de la paci<strong>en</strong>cia, como dar al pobre de<br />

nuestra propia superfluidad, perdonar a aquellos que nos injurian, o satisfacer a aquellos que<br />

hemos injuriado, confesar nuestros pecados <strong>por</strong> lo m<strong>en</strong>os una vez al ańo, y recibir la Sagrada<br />

Eucaristía, lo que requiere no poca preparación. Todo esto demanda paci<strong>en</strong>cia, pero a modo<br />

de ejemplo explicaré algunas cosas más con mayor det<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to.<br />

Todo lo que, sean demonios o hombres, hac<strong>en</strong> para afligirnos es otra indicación de la voluntad<br />

Divina, y otro llamado al ejercicio de nuestra paci<strong>en</strong>cia. Cuando hombres y espíritus malos nos<br />

prueban, su objeto es injuriarnos, no b<strong>en</strong>eficiarnos. Aun así Dios, sin qui<strong>en</strong> no pued<strong>en</strong> hacer<br />

nada, no permitirá ninguna torm<strong>en</strong>ta a nuestro alrededor, a m<strong>en</strong>os que lo juzgue útil. En<br />

consecu<strong>en</strong>cia, toda aflicción puede ser t<strong>en</strong>ida como vini<strong>en</strong>do de la mano de Dios, y debe ser<br />

<strong>por</strong> tanto so<strong>por</strong>tada con paci<strong>en</strong>cia y alegría. El santo y derecho Job sabía que <strong>las</strong> desgracias con<br />

54

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!