VOCES DE SAN LUIS.pdf - Gobierno de San Luis

postergaron su realizaciÛn. La defensa externa -que llamaba por todos lados- y
la interna ñque se gastaba en ensayos institucionales- no daban tiempo ni
dinero para realizar el problema de la enseÒanza. El Viejo Colegio de San
Carlos, convertido en cuartel desde las invasiones inglesas, luchaba por
mantenerse con algunas aulas.
ìEl prestigio de los presbÌteros Achega, Francisco Planes y Alejo
Villegas lo salvaban de la clausura.
ìEn tales circunstancias la enseÒanza debÌa seguir con atraso a la
RevoluciÛn y quedar en deuda con las aspiraciones cÌvicas que ella iba
creando. Es de comprender el esfuerzo realizado, entre tanto, por el viejo
claustro colonial para conciliar ciertos estudios, que evidentemente decaÌan,
con la pertinaz prÈdica callejera que criticaba sin cesar las tesis escol·sticas. El
cuerpo docente de esos claustros no podÌa ñpese a su buena voluntad-
entregarse a la ciencia pura y aplicada de que hablaban los decretos de la
RevoluciÛn.
ìCon la llegada de Rivadavia al triunvirato creyÛse poder emprender la
renovaciÛn de los estudios p˙blicos. Pero esta vez como las anteriores, las
encrucijadas polÌticas de la RevoluciÛn postergaron la reforma docente para
tiempos m·s propicios.
ìSÛlo el directorio de PueyrredÛn pudo realizar una vasta reforma
educacional. Declarada la Independencia se volviÛ a pensar en los estudios
p˙blicos. PueyrredÛn restaurÛ el Viejo Colegio Carolino, con el nombre de
Colegio de la uniÛn del sud. El plan de estudios era de una marca de
orientaciÛn dogm·tica. La novedad estuvo en la apariciÛn de Lafinur en el aula
de FilosofÌa.
ìEsta disciplina no habÌa salido nunca de las manos del Clero.
ìFue enseÒada siempre en latÌn y seg˙n los principios tradicionales de
la Escol·stica. Las autoridades debieron ser siempre AristÛteles y Santo Tom·s
de Aquino. La segunda escol·stica de Francisco Su·rez dio a los jesuitas los
lÌmites de tos interpretaciÛn filosÛfica. En literatura cl·sica se expurgaban los
textos y al dogmatizarlos ñseg˙n los principios de autoridad- se los hacÌa servir
a la fe catÛlica. Es bien sabido que los libros filosÛficos o literarios marcados
por el Index se leÌan extra c·tedra, pero en las aulas nadie dejaba, la filosofÌa
tradicional.
ìCualquier manuscrito anterior a la enseÒanza de Lafinur nos muestra
un sentimiento de oposiciÛn contra el renacimiento y el espÌritu de la ciencia y
la filosofÌa moderna. Los nombres de Descartes, BacÛn, Locke, Galileo,
Newton son llevados a las aulas coloniales para polemizar contra ellos. Matices
variadÌsimos hay desde los jesuitas a los Franciscanos, de Èstos al dean Funes
y al colegio carolino pero siempre ha de comprobarse el divorcio activo con el
pensamiento cientÌfico y filosÛfico pos-renacentista.
ìLa enseÒanza impartida en Buenos Aires, durante la Colonia, se liga
evidentemente a un ambiente m·s liberal que el del resto del paÌs, pero no
alcanza a desprenderse de la vieja tradiciÛn. Antes que Lafinur enseÒara en
Buenos Aires, ocuparon las aulas de filosofÌa presbÌteros del prestigio de
Juanzaras, Luis Chorroarin, Digo Estanislao Zavaleta, ValentÌn GÛmez,
Francisco Planes, Domingo Victorio Achega y Alejo Villegas.
ìLafinur vino tras ellos a romper los hilos de una apretada trama
teolÛgica. Fue el primer laico que gano la c·tedra de filosofÌa del paÌs. Se