Obra Completa

y unos tratados de boténica, Siento una emocién rara al pensar en mi'
escondite.
El viejo y la vieja dueûos de la casa no han estado nunca en ninguna
ciudad, ni saben leer ni escribir; me miran con un animal raro, y s610
me dirigcn la palabra para decirme buenos dias y buenas nochcs. No
pudiendo corner su comida me alimenta con la leche de unas vacas que
tienen en una explanada vecina. Mi cuarto, el cuarto de don José Fernândez,
le richissime américain, tiene par mobiliario una cama en que
no se acostaria por ninguna suma el ûltimo de mis criados parisienses,
una mesa tosca en que escribo y un enorme platon de madera, que par
la rnaüana me llenan de agua helada, cogida en el torrcnte para baüarrne.
Todo eso, por fortuna, mas ascado que 10 de los mejores hoteles del
mundo, probablemente. Las sâbanas gruesas de Ia cama huelen a campo
y los muebles relucen coma acabados de barnizar. En estos clnco dias
no se me ha pasado por la cabeza una imagen voluptuosa, no he sentido
ningûn deseo y me he ernborrachado de aire y de ideas.
A la madrugada me levante y tras del baüo helado y la leche que
tiene todavia la tibleza de la urbre, trepo por entre la bruma gris penetrada
de luz, donde los accidentes