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Obra Completa

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Por sobre la ciudad, confusamentc delineada, sobresalian las masas negras<br />

de las torres de Nuestra Seüora, y cl cielo rojizo se reflejaba en la<br />

corriente deI rio.<br />

Al bajar los ojos hacia el suelo alfombrado por las hojas marchitas,<br />

cuyo olor melancôlico estaba respirando en la tristeza del paisajc, tropezaron<br />

mis miradas con una rama que pcndia, rota, del rosal vecino<br />

y cuvas tres hojas sc agrupaban en la misma disposiciôn que tienen<br />

las dei camafeo de Helena. Una mariposilla blanca se detuvo sobre<br />

cllas un instante, y levantando cl vuelo vina a tocarme la frente.<br />

Sobrecogiérne al vcrIa el supcrticioso terrer que me invadlé al ver<br />

la otra alzarse de entre el ramo de rosas blancas, en la alcoba de Constanza<br />

Landseer, me crispé cl rccuerdo de la pesadilla de Londres, en<br />

que rodando hacia el fondo de un abismo negro, vela arriba, arriba,<br />

las tres hojas de una rama y el revoleteo de la mariposa blanca sobre<br />

la claridad azul dei cielo; y al recorder el horrible sucrio, una ansicdad<br />

sin nombre, una impresiôn de micdo irrazonado e Irresistible, me afloj6<br />

las piernas y me quité las fucrzas, Comprendi que iba a caerme en ese<br />

instante, ahi, sobre cl barro, y a morirrnc del mismo mal que me hizo<br />

caer en cl boulevard la ùltima noche del aüo antepasado, al detcnerse<br />

cl volante y cruzarsc los punteros de oro sobre la muestra de alabastro.<br />

Las doce campanadas cnsordcccdoras que oi aquella noche comenzaron<br />

a sonarme en los oidos. Dando media vuelta para buscar un punto<br />

de apoyo en el monumento que tenia a la espalda, y ccrrando los ojos,<br />

alcancé a cogcrrnc de la verja baja de hierro y de la pilastra que formaba<br />

la esquina, Cai de rodillas apoyândome con al mana derecha en<br />

el suelo y agarrândomc con la izquierda de la baranda de metal frio.<br />

El dcsvanecimiento ibn pasando y la impresién de tenor disminuîa.<br />

Abri al fin los ojos. Vi blanco: hlce un esfuerzo horrible para levantarrne,<br />

y de pie ya, agarrado de la haranda, los volvi a cerrar instantâneamente,<br />

porque senti que mc volvia cl vértigo, Oc repente di un grito<br />

dc terrer. Habla scntido unas manos que se apoyaban en mis hombres.<br />

Volvl la cabeza. Era Marinoni que habla vuclto y me habla cogido<br />

por detràs.<br />

-(. Qllé tiencs? - pregunté asustado,<br />

-El vértigo... - alcancé a contestarle.<br />

-Quédatc quieto: deja que te pase; yo te tengo para que no te<br />

cnigas- dijo y me sostuvo con todo su cucrpo ... - Suelta la verja;<br />

cso cs, apéyate en mi. . . Quédate quieto ...<br />

- Ya pasé=- le dije al sentir que disminuia gradualmentc la angustia,<br />

y lcvanté la cabeza. AI haccrlo, Ici la inscripcién negra sobre el<br />

mârmol blanco, que encierra la verja, di otro grito, que sono en todo<br />

el cementerio, y cal desplomado.<br />

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