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Obra Completa

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Mi profcsor de griego que viene diariamente me habia hablado varias<br />

veces de su amigo Sir John Rivington, el gran médico que ha consagrado<br />

sus ûlrimos aüos a la psicologia experimental y a la psicofisica y cuyas<br />

obras, "Codelacién de las cpilepsias larvadas con la concepcién pcsimista<br />

de la vida", "Causas naturales de apariencias sobrenaturalcs" y sobre todo<br />

"La higiene moral" y "La evolucién de la idea de 10 Divine", 10 colocan<br />

a la altura de los grandes pensadores contemporâneos, de Spencer y de<br />

Darwin, par ejemplo. Conocîa yo los libros de Rivington de tiernpo atrâs<br />

y los lela y releia con grande entuslasmo, porque la observacién directa<br />

y precisa de los hechos, la 16glca.perfecta de los raclocinios, sôlidos cnmo<br />

uns cadcna de hlerro, y Jas escasas pero segurisimas deducciones generales<br />

que de ellos desprende, bacen de esa Iectura jugoso y fortificante<br />

alimento para mi espiritu vacilante y curioso de los problemas de la<br />

vida interior. Esas obras estarân en pie cuando muchas de las vastas<br />

teorlas de otros fil6sofos que gozan hoy de mas fama que él, vayan desrnoronândose<br />

a los golpes de pica de posteriores investigaciones.<br />

Conseguî para Rivington dos cartas de introducclén, relel sus libres<br />

antes de ir a la consulta, por crecrlo utll para mi plan y por especialisirno<br />

favor logré una conferencia nocturne en que conversamos largamente par<br />

haras enteras. solos en su amplio gabinete, Ileno de curiosos instrumentes<br />

de observacién y de obras técnlcas referentes a su especialidad, y en su<br />

sala donde he tenido una emoci6n inolvidable.<br />

La primera impresi6n que produce mi médico con Ia frescura casi<br />

infantil de sus mejillas sonrosadas y lIenas que contrastan con la barba<br />

rtzosn y gris y la singular vitalidad que revelan sus miradas y los agiles<br />

movlrnientos deI cuerpo redû y mernbrudo no debilitado por los sesenta<br />

y clnco aûos que lleva gallardamcnte, es la de una perfecta salud corporal<br />

y mental. Benévola sonrisa de inteligencia flumina aquella fisonomia<br />

grave y desde el primer memento experim enté cerca de él la impresi6n<br />

de conflanza que inspira un hombre envejecido en el estudio de las miserias<br />

humanas.<br />

-Doctor -le dije sentândome en el sillon que me ofrecîa-c-, tiene<br />

usted enfrente a un enfermo eurioso que, en perefeeta salud corporal,<br />

viene a buscar en usted los auxtlios que la ciencia puede ofrecerle para<br />

mejorar su espirïtu. El carolicisrno les da a sus fanâticos directores espirituales<br />

a quienes se entregan. Yo, falto de toda creencia reltgiosa, vengo<br />

a solicitar de un sacerdote de la ciencia, cuyos méritos conozco, que sea<br />

mi director espirltual y corporal. (Acepta usted el cargo?<br />

-Lo acepto =-contesté con gravedad sonriente->, exigiendo de antemana,<br />

coma los ministres de noble culte que usted nombra, contricién<br />

por los pecados contra la higicne que usted haya cometido y cl firme<br />

prop6sito de la enmienda . . . Cuénteme usted sus pecados ...<br />

167<br />

Londres. 17 de noviembre.

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