Obra Completa

No puedo. Una presencia femenil en la casa donde esta el broche dei
camafeo de Helena y donde tanto he pensado en ella. seria imposible.
Al dia siguiente habria arrojado a la calle, colmândola de insultos a la
pobrecilla chicuela, sintiendo por ella horrible odio y asco profundo.
Fue Roberto Blundell, quien 10 arreglé todo. Es judio por la madre
y con la perspectiva deI negocie proyectado, habrla hecho mas por tenerme
contento, si yo 10 hubiera exigido. Ibamos juntos el dia que la encontré
por primera vez y me quedé maravillado con su belleza que le valié
hasta hace dos alios la protecciôn de un miembro de la Familia real.
Parece que Blundell y ella son viejos amigos y me supongo que algo Ilegara
a su cartera de cuero de caimân y esquineras de oro, de la fuerte
suma que le entregué previarnente con la condicién de que todo se haria
de acuerdo con mis deseos,
AI penetrar en la alcoba Ia sangre me encendia las mejillas y me zumbaba
en los oidos y vi a la sombra de las cortinas verdemar de azulosos
cambiantes el oro dei amplio carre y las blancuras de espuma y de nieve
de dondc emergia el busto. con el sena desnudo casi, mal oculto por
la abierta carnisa de batista, todo alumbrado por la Iuz de una Iamparilla
eléctrica que fingîa milagrosa flor de luz sonrosada entre las hojas de
bronce Que la sostenian a la cabecera del leeho. -"Ven"-, me grit6
sonriendo y mostrando entre los rosados labios el esmalte de la dentadura
maravillosa; -"ven"-, y tendié los brazos, esparclendo en el ambiente
cl olor de una mata de rosas que sacude el aire tibio de la primavera.
-Sil Ve-, me gritaban 105 glébulos de la sangre encendida por el
deseo, los nervios tendidos por la continencia de tres mescs, los mûsculos
vigorlzados por la castidad -"e, sada tu scd en esc puro vasa de nâcar
que quière sentir sus labios, bésalos, sadate, hàrtate. agoniza de voluptuosidad
en sus brazos en un cspasmo de interminables vibraciones! ...
Separândolos de los de ella, \'01v1los ojos hacia el fondo oscuro de
la alcoba, donde la sombra sc aglomeraba reslstente a la luz eléctrica pOl
el color sombrio de los tapices, y di un grlto . . . Acababa de ver unidas,
en 10 alto del muro, como en una medalla antigua, el perm flno y las
canas de la abuelita y sobre él, cl perfil sobrenaturalmente pâlido de
Helena, en una alucinaci6n de un segundo.
-~Por qué gritas? .. -pregunto, sin que desapareciera de sus labios
frescos la sonrlsa dellciosa de voluptuosidad que los arqueaba . .. ~Por
gué gritas? 10 que esta catdo ahi sobre la alfombra es un ramo de flores
que recibî hoy de Niza, recôgelo, trâemelo y bésame -agrego reclinando
los rizos rubios de la hermosa cabeza sobre el olàn de los almohadones.
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Londres, 13 de noviembre.