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Obra Completa

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de las boras en el viejo reloj del vestibule, aquella melancolia sin nombre,<br />

que me habia invadido el alma desde par la maûana, me hacian<br />

inaccptable la idea de la reclusion. Queria oir el ruido de la multitud,<br />

perderme par unos minutas en el tumulto humano, olvidarrne de mi<br />

mismo.<br />

Son6, cerrândose tras de mi, la puer ta del hotel, Una râfaga helada<br />

me 82:ot6 la cara y me hizo correr un escalofrio par las vértebras, La<br />

ansiedad tomé la forma concréta de una idea de movimiento, y tuve que<br />

contenerme, para no realizar el deseo que surgi6 en las profundidades de<br />

mi ser, de correr coma un loco, frenéticamente, hasta caer falto de aliento<br />

contra la sébana helada que cxtendla el invierno sobre el piso de la calle<br />

silenciosa. . .., :<br />

Eran las doce menos veinte minutes cuando sali al boulevard y 'm~<br />

confundi con el rio hurnano que par él circulaba. El aspecta de las barracas<br />

de ana nuevo, negras sobre la blancura de la nieve, de las ventanas<br />

de los restaurantes, rojizas por la luz que se flitraba por los despulidos<br />

vidrlos y las transparentes cortinillas, los esqueletos descarnados de los<br />

ârboles, que alzaban las desmedradas ramas hacîa el cielo plomizo y bajo,<br />

la misma animacién de la multitud, ruidosa y alegre, aumentaron la<br />

horrible Impresién que me dominaba, Caminé durante un cuarto de hora<br />

con paso bastante firme y. .. Me detuve un instante cerca de un pico<br />

de gas, cuya lIama ardia en la oscuridad noctuma COmOuna mariposa<br />

de fuego... ", Cartas transparentes?" -me dijo un muchacho, que<br />

guard6 el obsceno paquete al volverlo a mirar.<br />

La luz de las ventanas de una tienda de bronces me atrajo, y caminando<br />

despacio, porque sentia que las fuerzas me abandonaban, fui a<br />

pararme al pie de una de e1las.<br />

Una mujer pâhda y flaca, con cara de hambre, las mejlllas y la boca<br />

teâidas de carmin, me hizo estremecer de pies a cabeza al tocarme la<br />

manga dei pesado abrigo de pieles que me envolvia, y 50n6 siniestramente<br />

en mis oidos el pssit pssit, que le dirigi6 a un inglés obeso y sanguineo,<br />

forrado en cheviotte gris, que se habla detenido a mi lado y que se fue<br />

tras ella. Al volver la cabeza, los faroles de vidrio rojo de un fiacre que<br />

cruzé por la bocacalle vecina, dtstrajeron mi atencién por unos segundos.<br />

Me fijé luego en la ventana, y en el momento mismo en que vi el gran<br />

reloj de mârmol negro con su muestra de alabastro y volante montade<br />

por fuera, colgando de la mano de una figura de bronce, sostenido por<br />

un hilo de metal dorado, comprend. a qué se referia la angustia horrible<br />

que habla venido sintiendo en los dias y las noches anteriores: [ah,<br />

indudabJemente era el terror irrazonado, siniestro y lugubre del ana que<br />

iba a comenzar! Faltaban cinco minutes para las doce. El puntero de oro<br />

avanzaba sobre la muestra de alabastro. El volante iba y venia : tic tac,<br />

tic tac, tic tac; un hilo luminoso sobre el fonde sombrio: tic tac, tic tac,<br />

tic tac. Los dos espejos laterales de la ventana, al copiarse, reflejaban<br />

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