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GUERRA ESPIRITUAL<br />
El arma final<br />
aprovisionamos con materiales para nuestras actividades en<br />
el frente de batalla no tenían el mismo sentido de urgencia que<br />
aquellos que nos encontrábamos al frente de la batalla; como<br />
resultado sufrimos racionamiento en nuestra unidad hasta el<br />
grado en que las unidades de artillería usaban primeramente<br />
las armas y municiones confiscadas. (Al capellán para el cual<br />
trabajaba como ay ú;ia:l.te ni siquiera se le daba una ración de<br />
gasolina ya que no se le consideraba estratégico para la<br />
operación de la unidad). Las personas que no oran por aquellos<br />
que están en la línea de batalla del ministerio espiritual,<br />
algunas veces son comparadas con las tropas de aprovisionamiento<br />
que fallaron en enviamos lo necesario. Ahora veo esa<br />
ilustración de una manera un poco diferente.<br />
La oración no es una actividad de la retaguardia; la<br />
oración es estar al frente de la guerra espiritual. Es nuestra<br />
arma final en nuestra "...lucha... contra principados, contra<br />
potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este<br />
siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones<br />
celestes" (Efesios 6: 12). Es como lo dice S.D.Gordon en su<br />
libro Quiet Talks on Prayer: "La oración está dando el golpe<br />
de la victoria contra el enemigo oculto. El servicio está<br />
reuniendo los resultados de ese golpe entre las (personas) que<br />
vemos y tocamos".2 En cierto sentido sería correcto decir que<br />
la oración no es sencillamente un arma que utilizamos; es la<br />
batalla misma. Por ello es que se nos dificulta tanto la oración<br />
con perseverancia.<br />
Anteriormente dijimos que hay una manera para que cada<br />
cristiano esté involucrado en presionar en el frente de batalla<br />
en contra del enemigo. No son sólo los misioneros y los<br />
obreros de tiempo completo los que hacen esto. ¡Más bien son<br />
todos los cristianos que oran!<br />
Otro concepto clave, sin embargo, necesita ser considerado<br />
antes de ver de una manera más específica a la oración<br />
como la última arma dentro de la batalla en la cual todos<br />
estamos involucrados.<br />
Tratando con demonios<br />
territoriales<br />
Un área de la guerra espiritual que apenas se está empezando<br />
a tomar con seriedad es la confrontación de demonios asociados<br />
con lugares específicos o con unidades geopolíticas. Todo<br />
el concepto de los dioses de las naciones en el Antiguo<br />
Testamento, incluyendo las referencias en Daniel al príncipe<br />
de Persia y al príncipe de Grecia (Daniel 10: 13, 20), nos<br />
provee de una perspectiva bíblica sobre esto. La declaración<br />
de Jesús sobre "atar al hombre fuerte" (Mateo 12:29) y las<br />
referencias del Nuevo Testamento a las potestades y principados<br />
también pueden aplicarse a este tema.<br />
He llegado a creer que Satanás verdaderamente asigna un<br />
demonio o un cuerpo de demonios a cada unidad geopolítica<br />
del mundo, y que éstos se encuentran entre los principados y<br />
potestades contra las cuales luchamos. A mí, este concepto<br />
primeramente me vino en el contexto misionero cuando leí<br />
sobre un misionero que iba a una aldea india norteamericana<br />
en Canadá. Un veterano de tal ministerio le dijo que era mejor<br />
que estuviera preparado para batallar con los demonios de la<br />
aldea a su llegada. La visión y el entrenamiento que el joven<br />
misionero tenía no lo habían preparado para tales conceptos,<br />
y el nuevo misionero y su familia se mudaron sin pensarlo<br />
más. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que su<br />
esposa enfermara y tuviera que ser trasladada en un avión.<br />
Posteriormente su hijo enfermó y también tuvieron que llevárselo.<br />
El joven estaba de pie y solo en su habitación con su<br />
espalda contra la estufa para mantenerse caliente cuando<br />
escuchó un horrible ruido que parecía salir de la tubería de la<br />
estufa. De pronto, algo saltó sobre su espalda. Aunque no<br />
podía ver nada, apenas si pudo agarrarse de una silla para<br />
sentarse. La "cosa" se identificó como el demonio de la aldea,<br />
y continuó la batalla. El misionero sabía lo suficiente como<br />
para clamar su posición en Cristo, y le dijo: "De acuerdo,<br />
ángel guardián de esta aldea, peleemos. Jesucristo me envió<br />
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