obras-completas-de-sigmund-freud-volumen-xxi
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<strong>de</strong> las invasiones bárbaras, las incursiones <strong>de</strong> los hunos, <strong>de</strong><br />
los llamados mongoles bajo Gengis Khan y Tamerlán, la<br />
conquista <strong>de</strong> Jerusalén por los piadosos cruzados, y, ayer<br />
apenas, los horrores <strong>de</strong> la última Guerra Mundial, no podrá<br />
menos que inclinarse, <strong>de</strong>sanimado, ante la verdad objetiva<br />
<strong>de</strong> esta concepción.<br />
La existencia <strong>de</strong> esta inclinación agresiva que po<strong>de</strong>mos<br />
registrar en nosotros mismos y con <strong>de</strong>recho presuponemos<br />
en los <strong>de</strong>más es el factor que perturba nuestros vínculos<br />
con el prójimo y que compele a la cultura a realizar su gasto<br />
[<strong>de</strong> energía]. A raíz <strong>de</strong> esta hostilidad primaria y recíproca<br />
<strong>de</strong> los seres humanos, la sociedad culta se encuentra bajo<br />
una permanente amenaza <strong>de</strong> disolución. El interés <strong>de</strong> la<br />
comunidad <strong>de</strong> trabajo no la mantendría cohesionada; en<br />
efecto, las pasiones que vienen <strong>de</strong> lo pulsional son más<br />
fuertes que unos intereses racionales. La cultura tiene que<br />
movilizarlo todo para poner límites a las pulsiones agresivas<br />
<strong>de</strong> los seres humanos, para sofrenar mediante formaciones<br />
psíquicas reactivas sus exteriorizaciones. De ahí el<br />
recurso a métodos <strong>de</strong>stinados a impulsarlos hacia i<strong>de</strong>ntificaciones<br />
y vínculos amorosos <strong>de</strong> meta inhibida; <strong>de</strong> ahí la<br />
limitación <strong>de</strong> la vida sexual y. <strong>de</strong> ahí, también, el mandamiento<br />
i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> amar al prójimo como a sí mismo, que en<br />
la realidad efectiva sólo se justifica por el hecho <strong>de</strong> que<br />
nada contraría más a la naturaleza humana originaria. Pero<br />
con todos sus empeños, este afán cultural no ha conseguido<br />
gran cosa hasta ahora. La cultura espera prevenir<br />
los excesos más groseros <strong>de</strong> la fuerza bruta arrogándose el<br />
<strong>de</strong>recho <strong>de</strong> ejercer ella misma una violencia sobre los criminales,<br />
pero la ley no alcanza a las exteriorizaciones más<br />
cautelosas y refinadas <strong>de</strong> la agresión humana. Cada uno <strong>de</strong><br />
nosotros termina por aventar como ilusiones las expectativas<br />
que alentó en su juventud respecto <strong>de</strong> los prójimos, y<br />
sabe por experiencia propia cuánto más difícil y dolorosa se<br />
le volvió la vida por la malevolencia <strong>de</strong> estos. Por consiguiente,<br />
sería injusto reprochar a la cultura su propósito <strong>de</strong><br />
excluir la lucha y la competencia <strong>de</strong>l quehacer humano. Ellas<br />
son sin duda indispensables, pero la condición <strong>de</strong> oponente<br />
no coinci<strong>de</strong> necesariamente con la <strong>de</strong> enemigo; sólo <strong>de</strong>viene<br />
tal cuando se la toma como pretexto y se hace abuso<br />
<strong>de</strong> ella.<br />
Los comunistas creen haber hallado el camino para la<br />
re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong>l mal. El ser humano es íntegramente bueno,<br />
rebosa <strong>de</strong> benevolencia hacia sus prójimos, pero la institución<br />
<strong>de</strong> la propiedad privada ha corrompido su naturaleza.<br />
La posesión <strong>de</strong> bienes privados confiere al individuo el<br />
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