VE-04 JULIO/AGOSTO 2014
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El guerrero<br />
Jamás dudó de sus palabras. Le prometieron una isla con cien<br />
mujeres, y allí estaban: todas para él.<br />
Al poner pie en la arena, miró al cielo y abrió los brazos como<br />
muestra de agradecimiento. A continuación, comenzó a correr al<br />
encuentro de aquellas diosas desnudas que, con una sonrisa<br />
complaciente, lo esperaban en la playa.<br />
Enloqueció de lujuria al verse rodeado de tanta belleza, joven y<br />
virginal. ¿Con cuál pasaría la noche? ¿Tal vez con una de cabellos de<br />
oro? ¿O, tal vez, con la de piel de ébano? Finalmente, distinguió una<br />
hermosa morena, parecida a un antiguo amor que le abandonó. Sin<br />
duda, sería la primera.<br />
Se abalanzó sobre ella con ansiedad, pero observó horrorizado<br />
como sus brazos la atravesaban, igual que a un pensamiento.<br />
Desconcertado, se volvió hacia las demás y, con un braceo nervioso,<br />
buscó el contacto de sus cuerpos, pero sus manos, etéreas, fueron<br />
incapaces de sentir la suavidad de su piel ni el calor de sus carnes.<br />
Abatido, se arrodilló y, por primera vez, se cuestionó su sacrificio.<br />
Y seguiría haciéndolo.<br />
Eternamente.<br />
David Rubio (Sant Adrià de Besòs, Barcelona)<br />
http://elreinorobado.blogspot.com.es/<br />
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