VE-04 JULIO/AGOSTO 2014
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Diálogo<br />
La tarde comenzaba a ser penumbras y las sombras luchaban por<br />
cubrirlo todo. Un hombre esperaba impaciente la llegada de otro que<br />
había conocido en aquel lugar. Siempre se juntaban a conversar en las<br />
noches puesto que el día estaba lleno de visitantes que iban y venían<br />
continuamente.<br />
— Hola —saludó el que estaba esperando—, llegas tarde<br />
— Hola —contestó el recién llegado—, es verdad. Te pido<br />
disculpas. Es que estuve un poco deprimido y dudaba en venir<br />
— ¡Caramba! ¿Vos deprimido? ¿Y a qué se debe eso? Si me lo<br />
cuentan no lo creo<br />
— Es que vino mi mujer a visitarme.<br />
— ¿Y esa es la causa de tu depresión?<br />
— Aunque no quieras creerlo. Estáa cambiada. Nunca pensé que la<br />
vería así<br />
— Bueno, querrá verse distinta. Tenele paciencia<br />
— No. Creo que no es por ella. Es que la veo avejentada. Y aunque<br />
intente arreglarse no puede impedirlo.<br />
— Pues, sí. El tiempo pasa para todos, también para ella.<br />
— Hubiera preferido no llegar a esto.<br />
— ¿Y que pensás hacer? ¿Hablarle una noche y decirle que se haga<br />
una cirugía?<br />
— Si ella quiere hacer eso, no creo que espere que alguien se lo<br />
diga. Lo hace y listo.<br />
— Lo que pasa es que hacía mucho que no la veías<br />
— Sí, es cierto. Creí que ya no se acordaba más de mí.<br />
— ¡Mira si no se va a acordar! ¡Siempre viene! ¡Eso puedo pensar<br />
yo, que la mía hace tres años que no pisa por acá!<br />
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